El día que conocí a Ethan
Mi padre se paró en doble fila enfrente de la preparatoria a las 09:20 a.m. Fingí buscar mi bolso sólo para perder tiempo.
—Las esperaré aquí mismo —dijo él cuando mi madre y yo salimos del auto.
—Nos vemos a las diez —respondió ella.
—¡No tarden! —exclamó por la ventanilla mientras nos alejábamos.
Mi madre y yo nos dirigíamos al vestíbulo de la escuela, cuando lo distinguí entre la multitud.
Ahí estaba Ethan.
Hace un tiempo nos conocimos a través del Internet, una forma algo convencional tomando en cuenta que vivimos en pleno siglo XXI.
Lo observé con detenimiento un par de segundos por mero placer. Es decir, sabía que Ethan era guapo, pero fue la primera vez que mi corazón se ponía como imbécil al ver a alguien así de atractivo.
Era alto, delgado, de tez pálida y labios de un tono muy rosa. Tenía el cabello rubio cenizo, liso y un poco largo. Esa mañana vestía una camisa blanca, jeans negros y Vans del mismo color. Él parecía estar concentrado en lo que sucedía dentro de la oficina principal pero también noté que de vez en cuando levantaba la mirada como si estuviera buscando algo.
Previamente me había contado que quería cambiarse de escuela y cuando le pregunté la razón solo dijo que se aburrió muy pronto de la rutina y que todos le caían mal. Entonces pensó en la escuela en donde yo estudiaba como primera opción, porque según anhelaba verme todos los días y que haría lo posible para quedar conmigo. Y digo según porque siendo sincera, aunque me hiciera mucha ilusión, nunca le tomé al cien por cierto la palabra.
Mi madre y yo nos dirigimos hasta el aula de cuarto semestre, y estando ahí comenzamos a rellenar algunos documentos.
—Hola, ¿ya lo viste? —preguntó entusiasmada mi amiga Nancy quien estaba a lado mío.
—¿Te refieres a "ya sabes quién"? —pregunté entre risitas tontas.
—Ethan. Acabo de verlo... qué rollo —comentó mi amiga.
Asentí con la cabeza.
Era más guapo de lo que podía verse a través de una pantalla.
Un poco más tarde mi madre me envió a sacar algunas copias, y me encaminé.
Él estaba de espaldas así que intenté gritar cuando estuve cerca de él.
—¡Ethan! —grité pero mi voz se perdió entre el ruido de las demás personas.
—¡Ethan! —grité con más fuerza.
Entonces él volteó hacia mi dirección, al fin me miró fijamente y mi corazón se agitó.
—Massie... —susurró mi nombre.
Sonreí.
Ambos avanzamos y pronto Ethan me esperaba en medio del pasillo.
—Hola —me saludó, después se acercó a mí con un beso en la mejilla y me abrazó muy fuerte.
—Hola —respondí contenta—. Wooow, nunca me dijiste que vendrías hoy. —mencioné mientras empujaba su hombro con ligereza.
—¡Era una sorpresa! Te lo juro, esperaba encontrarte —miró fugazmente hacia la multitud que seguía de pie en el mismo lugar—. Y lo hice —dijo devolviendo su atención hacia mí—. ¡Creí que eras más alta! —confesó sacudiendo mi cabello con la palma de su mano.
Observe lo alto que era Ethan, media alrededor de 1.80 m, llevándome por lo menos unos 20 cm más.
—Estás preciosa —soltó mirándome fijamente a los ojos.
—¿De veritas de veritas?
—De veritas de veritas dijo Sherk.
Reímos al unísono.
Les digo una cosa: estaba guapísimo. Si un chico que no está guapo, te mira y te dice que estás preciosa, en el mejor de los casos te sientes incómoda, y en el peor, sientes que tenía dobles intenciones así que nunca más vuelves a dirigirle la palabra con confianza. Pero un chico que está guapo... en fin.
Esa fue la primera vez que vi a Ethan en persona.