Las Espinas de una Rosa

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Las cigarras cantaban mientras que el calor de verano iba en aumento, era un día perfecto para ir al Ice Castle, una pequeña pista de patinaje sobre hielo que no era muy concurrida y gracias a el frío refrescante de este lugar era como el paraíso en la Tierra.

– ¡Tsk! – Victor tronó la lengua al volver a caer contra el piso tras intentar hacer un salto doble salchow. Ya se estaba enojando de que un salto tan simple se le complicara a él, el gran Victor Nikiforov, pero lo que más le molestaba era el ver que a Yurio le salía sin ningún problema.

– ¡Estuviste cerca! – el pequeño Chris le extendió la mano para ayudarle a levantarse.

– No se le puede llamar cerca a saltar ni 5 centímetros del suelo para que luego tu trasero choque contra este – Phichit se acerco a estos dos mientras soltaba un pequeña carcajada. Victor, ante el comentario vergonzoso, se puso tan rojo como un tomate.

– ¿Eh? Victor ¿Tienes calentura? – el comentario de Otabek, que ante las "pequeñas" carcajadas de Phichit, se decidió acercar para saber que pasaba, solamente empeoro la risa de Phichit. Otabek y Chris también empezaron a reír ya que los ojos de Phichit se habían puesto totalmente blancos debido a la risa, y aunque era chistoso también era perturbador. Victor solamente quería que la Tierra se lo tragase. Ya dispuesto a salir del lugar, empezó a patinar hacia afuera de la pista, sin embargo sus ojos se toparon con el agraciado Yurio. Este hacia sus saltos perfectos alejado de ellos, pero no estaba solo, siempre era acompañado del pequeño Yuuri.

– Vaya, por fin eres bueno para algo – Victor detuvo su salida para echar un poco de veneno hacia el rubio, le molestaba que Yuuri pasara tanto tiempo con este.

– ¡¿Qué dijiste Pantene?! – la tranquilidad que había en la cara de Yurio desapareció completamente con solo escuchar la voz de Victor y cambio a una de enfado.

– ¿Por qué siempre pelean? Victor, discúlpate con Yurio – el pequeño japonés se había metido en la discusión, no quería Yurio saltara como un gato hacia Victor. Conocía a Yurio y sabia lo que pasaría si no se metía.

– Me disculpare solamente si me das un beso Yuuri – Victor se acerco muy peligrosamente al japonés, pero antes de hacer algo fue separado muy bruscamente por Yurio.

– ¡El cerdo jamás besaría a alguien como tú! – ahora Yurio estaba realmente molesto, ni el sabia el por qué de tanto enojo.

– ¿Entonces qué? ¿Acaso debería besar a alguien como tú? – aquella pregunta había hecho que todos se callaran, incluso la interminable risa de Phichit fue silenciada.

Yurio había quedado sin habla, no podía moverse ni pensar. ¿Realmente lo quería besar? A alguien que no recordaba, a alguien que había vuelto a su vida en el momento menos indicado, a alguien que desencadenaba sentimientos sin nombre en su interior... a alguien que había desaparecido y dejado solo dolor en su alma.

– Yurio – podía escuchar su nombre ser llamado a la distancia.

– Yurio – una vez más.

– Yurio – eso ya lo estaba molestando.

– ¡Yurio! – fue ese grito el que lo hizo despertar.

Yuri se recostó en el lugar donde antes reposaba para solo ver que la presencia seguía ahí, pero algo había cambiado, está vez podía recordar quien era.

– ¿Yuuri? ¡¿Yuuri?¡ –sin querer ese nombre salió de su boca. Yuuri se había quedado completamente sin habla al escuchar su nombre, pequeñas lagrimas empezaban a escapar de sus ojos.

Donde las Rosas NacenWhere stories live. Discover now