Noche de tinieblas y fantasmas

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(Este capítulo corresponde al nº9 de la historia que publica completa la usuaria LikeWeAreGreen, desde el punto de vista de Derek)


—Deja ya de mirarte —dijo Audrey con voz cansina—. Estás bien.

—¿Seguro? —dije, toqueteándome las solapas de la chaqueta—. ¿No es demasiado?

—Por dios, Derek. —Puso los ojos en blanco y señaló a Kartsen, que intentaba caminar por la sala común sin poder flexionar las articulaciones debido el grosor del traje que llevaba—. Va de astronauta. Tiene la puta cabeza metida en una pecera. No vas peor que él.

Asentí, sin conseguir que el nudo que tenía en el estómago desapareciera. No me gustaba la sensación: las fiestas eran lo mío, pero aquel día los nervios me comían. Audrey se acercó a mí con un suspiro y me colocó bien la corbata dorada.

—Ahora, hortera vas un rato, ¿eh? —dijo, y se rio a carcajadas al ver mi expresión.

—Vamos, va. Llegamos tarde —dijo Altair, apareciendo con alegría por las escaleras.

Hubo un silencio perplejo. Llevaba un pequeño triángulo de piel como taparrabos. Y nada más. Ni camiseta ni pantalones ni siquiera zapatos.

—¿Qué? —dijo, abriendo los brazos y dando una vuelta para que le viéramos bien—. ¡Voy de troglodita!

Audrey le miró fijamente, negando con la cabeza y conteniendo la risa.

—Por dios, Altair. ¿No has encontrado un disfraz con menos ropa? Eso tiene que ser ilegal.

Él se irguió, orgulloso en su diminuto taparrabos de leopardo.

—Ya sé que es ilegal estar tan bueno, pero a veces hay que hacer sacrificios por el bien común.

—Me da miedo preguntarlo —dije, levantando una ceja—, Pero, ¿dónde llevas la varita?

Altair sonrió de oreja a oreja y comenzó a abrir la boca para contestar, pero Gabriella apareció de detrás de él y le cortó.

—No estoy segura de estar preparada para oír eso, Al.

Altair frunció el entrecejo y protestó

—¡¿Por qué os metéis conmigo?! ¡Audrey tiene las tetas en la garganta!

Ella le fulminó con la mirada y se subió el borde del escote de su larga túnica negra. En honor a su asignatura favorita, había conseguido alisar su larga melena oscura y alargarla hasta que llegar al suelo, de manera que medía más de dos metros y medio. Vestía una túnica grecorromana de color negro y, apoyadas en un sillón, había un par de tijeras plateadas de un metro de largo. Iba de Moira, las brujas griegas que cortaban el destino.

—Si sigues diciendo tonterías sobre mí te corto la varita. Además, llevas dos horas mirándome el escote.

—Una cosa no quita la otra: ¿desde cuándo no me gustan a mí las tetas?

Me metí entre ellos y los empujé hacia el hueco del retrato.

—Podéis seguir discutiendo después de la fiesta.


El Gran Comedor, como siempre, brillaba con luz propia. Habían retirado las mesas hacia un lado y habían dejado espacio en el medio para una gran pista de baile. Pequeños farolillos de colores (que resultaron ser hadas de verdad) recorrían un cielo estrellado y despejado. De las ventanas habían colgado telarañas sospechosamente reales, y había calabazas huecas de tamaño enorme por todas las esquinas. Olía a canela y especias, y el aire relucía como repleto de brillos dorados. La directora McGonagall, en un alarde de generosidad, había contratado al grupo mágico de moda, Wands & Roses, y la gente chillaba emocionada.

Oesed (P.O.V Derek)Where stories live. Discover now