El león, la serpiente y el invernadero.

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(Este capítulo corresponde al nº8 de la historia que publica completa la usuaria LikeWeAreGreen, desde el punto de vista de Derek)

Los pasillos, fríos y solitarios, hacían retumbar cada uno de mis pasos. Fuera llovía insistentemente por cuarto día consecutivo y no hacía más que deprimirme aún más. Mi ánimo no era demasiado propicio ya de por sí a los bellos pensamientos aquella tarde de jueves.

Las figuras difusas de los invernaderos aparecieron entre la bruma de la lluvia, por cuya superficie bajaban torrentes de agua. Chapoteé por el barro hasta el más cercano, me refugié bajo el alero e intenté protegerme de la lluvia con las manos

Una figura encapuchada y protegida por un paraguas se me acercó cojeando. Bajo la capucha se entreveían unos mechones grises y despeinados, y unos francos ojos verdes. La profesora Sprout.

-¡Buenos días, señor Odair! -dijo, elevando la voz para hacerse oír sobre el repiqueteo de la lluvia-. ¿Se puede saber dónde está su compañera?

Me encogí de hombros y le grité que no lo sabía. Ella me miró con recelo, contemplando de reojo mi lamentable aspecto empapado. No había encontrado mi paraguas por ninguna parte, y tenía la leve sospecha que Altair me lo había escondido. Pasaron unos segundos en silencio hasta que desde el colegio vimos aparecer una figura con una capa verde y un gran paraguas. Llegó hasta nosotros y se retiró la capucha con gran ceremonia, como si esperara un aplauso. "Un aplauso en la cara", pensé.

Llegó con la cabeza alta, y una mueca de incredulidad, como si creyera inadmisible que la obligaran a estar allí.

No pudo esconder, no obstante, las miradas furtivas los bajos de su capa y a como los tacones de sus lujosos zapatos se hundían lentamente en el barro.

-Llega usted tarde, señorita Rosier.

Ella ignoró la pregunta con descaro y se limitó a gruñir airadamente como todo saludo.

La profesora Sprout chasqueó la lengua y salió del amparo de la cornisa para caminar bajo la lluvia. La seguimos hasta un invernadero más apartado, el número cuatro, donde no se hacían clases y que parecía viejo y abandonado. Sacó del interior de la capa una pesada llave y la introdujo en la cerradura de la puerta, que se abrió con un estrépito.

En cuanto entramos, la diferencia de temperatura fue tan intensa que me mareé por un instante. El aire era húmedo como en el exterior, pero caliente, pegajoso y asfixiante.

El interior del invernadero era una selva. Allá donde se mirara sólo se veían matas de plantas, hiedra, troncos retorcidos cubiertos de musgo y helechos que colgaban de cestas del techo y las vigas. La estructura de hierro y cristal casi desaparecía bajo aquella la exuberancia selvática. De entre las hojas sobresalía una mesa de madera muy vieja que luchaba por no quedar olvidada entre la hierba. Casi no se podía dar un paso sin tropezar con alguna raíz o volcar un tiesto.

La profesora Sprout se retiró la capucha y nos miró, sacando del interior de su capa una hoja de pergamino. Leyó:

-Señorita Rosier y Señor Odair, castigados por comportamiento indebido durante el duelo escolar organizado por la profesora Efemérida Amaranta y por haber organizado un combate ilegal entre ellos dos la misma noche. Castigo propuesto: cinco horas de trabajos forzados en un invernadero, sin utilización de magia, a elección de la profesora Pomodora Sprout. Firmado: Minerva McGonagall. Excelentísima directora del colegio de Magia y Hechicería de Hogwarts -acabó de leer y suspiró-. Pues bien, como cinco horas son mucho tiempo, vais a tener mucho trabajo que hacer. Primero quiero que me ordenéis todas las plantas, sobre todo las mandrágoras, las de tubérculos de Ranndo y las de Tortells nudosos. -Señaló a un lado del invernadero, donde una serie de plantas de aspecto similar y sospechoso se movían de forma rara mecidas por un viento que no corría-. Después lo limpiáis y lo ordenáis todo. En el armario encontréis todo lo podáis llegar a necesitar. Que lo paséis bien y cuidado con los pinchos de Roadrendas.

Oesed (P.O.V Derek)Where stories live. Discover now