Te Vas A Perder Como Persona.

162 21 12
                                    


Capítulo 17. ♪

— Espero no causar molestias —. Veo mi nuevo cuarto. Es grande, mas que mi antiguo. La hermana de mi maestra lo acondicionó de maravilla.

— Ninguna molestia — me sonríe. Su cabello rizado lo tiene atado en una coleta. Sus ojos son color miel, no es muy alta y no ha de pasar de los cuarenta —, éste lugar es demasiado grande para una mujer como yo.

— ¿Vive sola? — Me atrevo a preguntar.

— Dos cosas — comenta con dulzura —; hablame de tú, que haces que me sienta más vieja.

— Está bien... Esmeralda.

— Y respondiendo a tu pregunta — suspira —, vivo sola. Mi esposo murió hace tres otoños y mi hijo Charlie estudia en Juliard — asiento —. Deja preparar un buen café, para poder conversar.

— Eso suena bien —. Sonrío con timidez.

— Deja lo preparo mientras te vas instalando.

Al salir Esmeralda, me dejo caer en la cama.

Ya estoy aquí.

Tomo mi celular y le mando un mensaje a mis amigas.
Desearía tanto que estuvieran aquí junto a mí.

Pero no es posible.

Debo hacerlo sola.

* * *

— Beth me ilustró un poco sobre ti —. Admite Esmeralda. Las dos nos encontramos sentadas en la sala con una taza de café en la mano.

— La situación con mi madre nunca ha sido fácil ni llena de armonía — miro hacía otro lado —, y ahora después de esto, ni se diga.

— Creeme cuándo te digo que te entiendo a la perfección — ella voltea a mirar a una foto familiar, dónde salen dos niñas y una mujer adulta de pelo rojizo —. El día que Beth le comunicó a nuestra madre a lo que se iba a dedicar, pegó el grito al cielo — suelta una leve risa —. La corrió de la casa y le advirtió que no se molestara en volver — quedo con la boca abierta. ¿Acaso ella presentía sobre la decisión de mi mamá?¿Por esa razón me ayudó? — Y ahora imagina la expresión de mi madre cuándo se enteró de que su hija pequeña — Se apunta — iba a dedicarse a la pintura.

— Le dio un ataque al corazón, supongo.

— Me gritó tantas cosas — se muerde los labios — que aún duelen, a pesar de los años.

— Lo comprendo.

— El día que le informe sobre mi embarazo — su semblante se torna serio —, me gritó que eso era la que más temía, tener una perra por hija — que terrible. Lo mío es poco a lo que sufrió —. Y que no volviera a su casa.

— ¿Sólo por eso?

— No me dejó explicarle que ya me encontraba casada — toma un retrato de un hombre pelirrojo —. Conocí a Richard en la escuela, y nos casamos en las islas griegas, mi hijo llegó después — se truena el cuello —. Mi madre nunca supo eso porque no me dejó explicar... Algunos me acusan de tonta por comunicarle primero mi embarazo y luego el matrimonio. Pero dime, ¿qué mujer no gritaría de felicidad al enterarse de que va a ser madre?

— ¿Y no la han ido a ver desde entonces?

— Ella murió — me llevó una mano a la boca —. Nunca quiso responder a nuestras llamadas, ni nada por el estilo. Se llevó su rencor a la tumba.

— Conmigo no va a ser diferente.

— Hace un momento comentaste que tu relación con ella era difícil antes de este viaje, ¿A que se debe?

El miedo a ser felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora