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Rapunzel echó a volar el avión de papel esperando a que Mérida tratara de acabar los ejercicios que le había puesto. Al otro extremo de la sala se encontraba Adrien, su pequeño hermano, acabando la delirante maqueta de ética. Todos se encontraban en extremo silencio y solo el viejo reloj de la abuela se escuchaba detrás del pequeño sofá; Corona comenzaba a cargar una enorme aburrición desde que aquel silencio se albergó en la sala, más o menos veinte minutos después de que Dunbroch llegase. Rapunzel comenzaba a dormirse.

—Bien —dijo Adrien en un enorme suspiro de relajación—, creo que he acabado.

No hubo más comentarios por parte de la oyente y media que había en la sala.

—¡Aplaudan, carajo! —exclamó haciendo que ambas aplaudieran sin ganas de siquiera verlo—. Gracias, su felicidad por mí derrocha con ganas.

—Cariño, ve a jugar o yo qué sé.

—No, iré a dormir. Me duele la cabeza —comentó levantándose del incómodo lugar de trabajo—. ¡Sigan divirtiendose, chicas! —exclamó desde las escaleras con un simpático tono gay.

—¿Porque lo odias? —preguntó Mérida de golpe sin quitarle la vista al cuaderno.

—¿A quién?

—A tu hermanito, lo que daría porque los trillizos se llevaran así conmigo.

—Apenas tienen cinco años, sus cabecillas piensan en comer tierra, panes, harina cruda, mocos o lo que sea que tenga colores llamativos y parezcan comida.

—¿Y los mocos son comida? —Mérida alzó las cejas.

—Bueno, los niños comen mocos a los cuatro o cinco años. Para ellos es delicioso, supongo.

—¡Agh! ¿Y cómo sabes tú eso?

—Si son niños lo harán más a menudo, creeme.

—¡Egh! ¡Basta! —dijo fastidiada y le arrojó el cojín de vuelta.

—Oye, tu me pediste respuestas y eso mismo hice —dijo para enseguida regresarle el cojín. Dunbroch rió.

—Te comportas demasiado varón para ser una chica.

—Soy princesa medio bato, dejame —comentó llevándose las manos bajo la cabeza.

—Siy princisi midi biti. No seas ridícula; eres más hetero y delicada que las tazas de porcelana de mi mamá.

Y la verdad, el comentario hizo pensar a Rapunzel. Hace unas horas atrás dudó de su sexualidad en el campo cuando vio a la morena hacer sus estiramientos. Siempre dudaba cuando veía una chica linda cuando éstas querían llamar la atención moviendo su cabello tan ridículamente mal, desde niña también llegó a dudar sobre sus gustos cuando su primer beso fue con una niña de siete años. ¿Me gustan las niñas? Se preguntaba siempre que una nena de vestidos primaverales llegaba a jugar con ella y sus mejillas se llegaban a pintar graciosamente de un tierno color carmín. A sus trece años llegó a la conclusión de que era bisexual. Una linda chica bisexual. Nada nuevo.

—Eso dejáselo a alguien como yo. Todos piensan que tengo cara de lesbiana pero soy más hetero que los mangas del yaoi.

—Hey —exclamó Rapunzel saliendo de su trance—, no metas al yaoi en esto.

—¿Qué? Solo estoy diciendo la verdad.

Corona torció los ojos acordándose de los ejercicios que le había pedido a Mérida que acabase.

—¿Ya los terminaste? —preguntó mientras se echaba de rodillas al suelo junto a la escocesa.

—No.

Rainbows [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora