Sylwedydd

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Las personas simulan su importancia hacia los demás, simulan amarse, simulan quererse, simulan confiarse.  Son dudosas y miedosas y sin embargo simulan lo contrario. Seguramente tu que estas del otro lado desconfiaras de ciertas personas, al igual que lo hace tu padre o tu madre, la vecina o la mujer del kiosco de la esquina. Y sabes que no miento porque tú mismo lo vives y yo lo observo en cada día.

Observo como mis padres simulan llevarse bien solo para no herirme, observo como mi hermana simula extrañarnos para no tener que quedarse, observo como el kiosquero simula quejarse de la inflación aunque en realidad el lo ve distinto. Eso es lo que hago, observo las personas, las observo cruzar las calles, hablar, caminar, llorar, reír, caer. Soy un observador del mundo.

Observo y deduzco. Pienso y razono las cosas obvias para llegar a lo específico. Es lo que soy, soy un observador de lo que ocurre en otras vidas.

 Algunos me decían “el que husmea sin hablar”, otros el “oreja de corneta”, pero a pesar de todo, yo me sigo considerando un observador.

Por ejemplo, desde donde esto sentado el aula se ve distinto. Desde aquí la  maestra parece mirar de reojo a Sebastián y el responde con una sonrisa torcida. Seguramente nadie lo notó pero yo sí. Desde aquí también puedo ver que Carolina no deja su teléfono en el banco, y por su risa estúpida supongo que habla con su novio. Desde aquí puedo advertir como Tomás, Alberto y Uriel se ríen de una mala broma que le hicieron a Carlos. Desde aquí puedo ver todo, y ellos nunca me ven, ni me distinguen. Solo formo parte de la pared.

En cuanto la maestra Miriam recién graduada trata de poner orden en aula de sexto año el alboroto aumenta, miro el reloj de la pared y noto que son las  2:30 y que en tan solo 10 minutos toca el timbre para marcharse. Por lo que Miriam se rinde y pone su enorme culo en el asiento del profesor, reiterando las insoportables miradas con Sebastian.

A mi lado se haya   Lara con auriculares, totalmente aislada dibujando en su carpeta de la misma manera que lo hacia en el momento en que todo empezó. Esta triste y lo noto en su mirada. Triste y enfadada, con bronca y ganas de “tirar todo a la mierda”, pero no lo hace, sigue aquí, porque si lo hubiera tirado todo me habría decepcionado, y eso sería la última cosa que ella podría desear.

Me extraña y yo a ella, y aunque sé que ella no puede sentirme la toco en el hombro, donde su melena marrón se une con su piel oscura e inesperadamente gira su cabeza y me mira. Ya sé que no puede verme pero esta vez lo hace, me mira por unos segundos y luego vuelve su cabeza al dibujo de la carpeta.

Tengo que irme ya o podrían ponerme una sanción, pero antes dirijo una mirada al dibujo de Lara, era mi nombre: Javier

Me largo sin siquiera decir adiós, solo me levanto y me voy.

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