Lara

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Sebastián Rodríguez estaba sentado justo al lado de Lara Díaz sin embargo ella no parecía importarle tanto como a las demás de sus compañeras. Según sus compañeras la chica que pudiera tener la atención de Sebastián debería sentirse más que afortunada, después de todo, no todos los días esos ojos oscuros pueden llegar a mirarte.

El hecho de que Lara no se le ha siquiera escapado una sonrisa me genera un gran gusto, significa que no ha cambiado, que sigue siendo ella. Tengo bien sabido que las personas suelen cambiar cuando muere alguien, cambian el grupo de personas porque todo lo recuerda a aquel hecho trágico, si cambia a las personas cambia a sus amigos por otro tipo de amigos. Entonces simplemente empieza un círculo vicioso que al terminar, aquella persona es completamente otra a la que solía ser.

Por suerte Lara no cambió en lo absoluto, para ella ser afortunada era tener al final del día un chocolate y al parecer aquel pensamiento sigue intacto

Carolina Romero, quien solía compartir las tardes con Lara antes de mi muerte , estaba tres bancos adelante en mano izquierda, completamente inmersa en la actividad que la señorita Miriam, la profesora de Ética había escrito en el pizarrón. Oh mi amigo, imagínate la cara de alegría de la profesora al ver a Sebastián junto a Lara. Sinceramente sus rasgos de lagarto se marcaban mas que nunca en su escuálida cabeza.

Jamás comprendí los celos, de hecho jamás pase por ellos, me resulta patético sentir envidia hacia otra persona. Después de todo seguramente hay un montón de cosas que uno tiene y la otra persona no. Lara suele repetir la misma frase que su madre para este tema," Ira, miedo y celos fieros, son muy malos consejeros", sin embargo ella nunca le ha relatado a nadie si alguna vez sufrió las horrorosas consecuencias de estos malos consejeros.

A pesar de todo en el último mes Lara no cambió mucho. Su cabello oscuro estaba aburrido, sin emoción, sin color, triste. Solía llevar siempre prendedores de colores, trenzas, el pelo recogido, cualquier cosa que librara sus molestos pelos sobre su visión. Pero estos días esta suelto, inmóvil, sin color, solo cae sobre sus hombros y nada más. Sus ojos oscuros resaltaban cada día más, pero no tenia ojeras como mi... la... mi... mi madre.

No sé si entenderás mi vacilación, y no espero que lo hagas, solo te advierto a que debes acostumbrarte a ellas, puesto a que no es fácil referirte a absolutamente todos tus seres queridos como personas ajenas a ti. Soy como un narrador omnisciente pero no siempre puedo hacerlo, es complejo y insólito puesto a que he decidido relatar mis situaciones y opiniones tratando de hacer la actividad que podría llegar a sacarle una verdadera sonrisa a Roberta García. No te asustes, no pienso cambiar la forma en la que relato esta historia, pues la considero original a mi criterio y no pienso perder esa esencia. Así que podría decirse que soy un narrador extraño, solo eso, algo a lo que no estás acostumbrado, simplemente eso.

Como decía, Lara parecía oscura y desorbitada pero podría considerarse que Sebastián parecía encontrar esos rasgos atractivos, tal vez era la oscuridad de Lara lo que le atraía. Sin embargo la damisela no demostraba ninguna ilusión a la situación, es más, hasta podría decir que no soportaba estar sentada junto al joven Sebastián y todas las cosas que ello implicaba.

El resto del aula se encontraba en la misma situación que Carolina, inmersos en sus tareas, exceptuando a los característicos "idiotas", según Lara.

Tomas, Alberto y Uriel disfrutaban observando una foto en un celular en una esquina del fondo de la clase.

La profesora parecía hacer mirada ciega a los exagerados gestos de asombro, satisfacción y diversión que se mesclaban en los rostros de los idiotas.

Los idiotas eran generalmente tres, primero está Tomás, un chico extraño, y cuando digo extraño es porque realmente pienso que lo es debido a su doble personalidad. Losé porque lo he observado detalladamente, en el momento en que unos de sus padres entra en su campo de visión se vuelve serio, distante con todo a su alrededor, triste incluso, como si todo le diera igual. En cambio, en cuanto cruza la puerta de la institución, es como si el mundo se volviera una selva salvaje llena de oportunidades, es cómico, pesado, y la mayoría de las veces un tanto irrespetuoso.

SylwedyddDonde viven las historias. Descúbrelo ahora