Capitulo Siete

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Hoy es día de remodelación del hogar. Es un día que mamá inventó con el propósito de unirnos como familia. Aunque no le veo el punto. ¡Somos familia! Solo que sin papá. Sofí y yo no lo tomamos muy en serio, solo nos obligan a llevar cosas de un lugar a otro y regalar cosas que ya no usamos. No es nada del otro mundo, simplemente, hace que mis domingos se conviertan en días indeseables. ¡Se supone que son para descansar! ¿No lo entiende? Mis tareas y largos ensayos durante los sábados hacen que mi cuerpo necesite un reposo al día siguiente. El problema es que… ¡están ocupados gracias a mamá! Y eso no es todo, las estresantes e inquietantes bromas de Sofía, no me dejan dar un respiro. Ugh.

Pero… ayer, no fue uno de esos días en los que me dedico con mis tareas. Mi mente estaba tan fuera de lugar que lo único que podía pensar era en Lauren, en sus suaves y rosados labios, en la forma como su cabello le cae en los hombros, en sus gruesas y sexis cejas, en su risa juguetona, en su arrogante voz, en lo bipolar que puede ser, en sus manos. Oh, sus manos… que le dan electricidad a todo mi cuerpo. Y en nuestra promesa. Le prometí a Lauren que nada o nadie me quitarían mi sonrisa. La considera hermosa. ¡Hermosa! Es lo más lindo que he escuchado en años. Papa era aquel hombre que me recordaba lo muy bella que era, mi sonrisa, mis ojos, todo mi ser. Cuando murió, todos esos halagos y lindos comentarios se esfumaron, se fueron sin decir adiós. Pase días llorando, muriéndome en mis recuerdos, matándome con mis pensamientos, llenando mi mundo de colores opacos, grises, negros, blancos. No volví a ver colores brillantes, llenos de vida y alegría, de ilusiones y sueños… todo lo maravilloso de mi vida desapareció, dejando un gran vacío tras ella. Dinah me ayudó a seguir, con fuerzas. Regresé, pero no como la chica que solía ser. La divertida y fiestera, la extrovertida y estudiosa. La que siempre tenía una sonrisa en su rostro. No volví a ser ella. Nunca más…

- Camila, te falta esa caja – dijo Dinah señalando la caja de color amarillo que estaba al lado de ella. Oh, Dinah… mi dulce y querida Dinah. Que viene hacerme compañía los domingos. Dice que nunca está ocupada y que puede ayudarme. No entiendo como no puede estarlo. Tiene miles de hermanos y hermanas. ¿Acaso no los cuida? Da igual, por lo menos, tengo a alguien que me comprenda.

Desearía contarle sobre Lauren, sobre lo mucho que estoy, secretamente, enamorada de ella, de su brillante sonrisa, de sus lindos y suaves labios. Oh, sus labios. Son tan… ardientes. Me hacen sentir cosas inimaginables. Y solo han tocado mi mejilla. ¿Cómo se sentirá cuando toquen mis labios? Y sus ojos, sus verdosos y sexis ojos. Oh, Dios. ¿Por qué hicistes una mujer tan perfecta?

Pero si Dinah escuchara todo esto de mi boca, se muere. Le da de todo, hasta podría ser capaz de golpearme hasta que pierda la conciencia y olvide esa “estupidez”. Ella es completamente heterosexual. Los chicos son su prioridad, y enamorarse de una chica o hablar apasionadamente de una, no está en sus planes. Y ni hablar de lo que hace. Siempre anda buscándome una pareja. Se hace llamar “Dinah, la Casanova experta”. Es demasiado graciosa, cuando asume ese papel con seriedad. Pero… preferiría contárselo, me entenderá. Lo sé. Siempre lo hace.

- Si. – contesté – Y esa. Y esa. Y todas estas – dije señalando todas las cajas que me rodeaban.

- Ugh, perdón – alzó sus manos en forma de disculpa.

- Deberías ayudarme, ¿no crees? – coloqué mis manos en mi cintura.

Negó con la cabeza – Mmm… no creo. Puedes sola.

- No sé para qué vienes a mi casa, si no quieres ayudarme – dije sentándome al lado de ella.

- Te acompaño, duh – recibió un mensaje en su teléfono, sonrió y luego contestó.

- ¿Con quién hablas tanto?

- Con nadie – dijo ocultando su teléfono.

- ¿En serio? Déjame ver – me incliné hacia ella para quitárselo.

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