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Y aquí estoy, bajando del avión rumbo a mi nueva vida. A ver si de paso cambio de corazón y deja de doler toda esta mierda.
Veo al cielo y respiro hondo. El dolor en mi pecho disminuye, lo que le da la oportunidad a mi yo interior de empezar a regañarme por ser tan estúpida. Pero es que, ¿ qué se supone que debía hacer? ¿No se trata de vivir al máximo, ser libre, hacer lo que nos haga felices?

A ver les cuento la historia. Soy una chica de 22 años normal y corriente que ha puesto el cerebro en off y ha decidido meter la pata a lo grande.

Todo empezó hace 19 años cuando llené de arena los ojos de un niño en un campamento de verano. Como desde siempre he sido buena al final me compadecí de él y lo llevé de la mano a los bebederos para que pudiera lavarse. Y ahí empezó todo.

Desde pequeña tuve un niño correteándome y confesándome su amor eterno. Y no fue hasta que cumplí los 15 años que, gracias a los malditos celos, le di una oportunidad.
Error no. 1 Enamorarte perdidamente de un niño que dice que eres el amor de su vida.

Entonces a los 15 años había dejado de amarme y andaba detrás de una amienemiga, que curiosamente tenía similares características conmigo. Se llamaba Flor y tuve que enseñarle quien mandaba. Así que jugué mis mejores cartas y conseguí que las cosas volvieran a la normalidad. Mi eterno pretendiente, pretendiéndome y mi amienemiga en el olvido.

Y un 14 de febrero, por mensaje de texto, sí mensaje de texto. Se atrevió a pedirme una vez más que fuera su novia. Y yo como adolescente enamorada esperé a una fiesta que teníamos en la noche y le dije que sí al oído mientras sonaba el reguetón de moda.

Y ahí empezó todo, éramos la pareja del momento, a los que todos amaban y de quienes todos estaban pendientes. Nos contábamos todo y todos estaban más que felices con nuestra unión. Sus padres, mis padres, su abuela, mi abuela, sus tíos y así  hasta cubrir la total población del pueblo donde vivía. Todo era color de rosas hasta que un verano, luego de un año y nueve meses de relación fuimos de vacaciones a Disney y el muy descarado decidió probar el mundo y engañarme con una chica de trece años, que además de bonita era bastante tonta y bien facilita.

Volvimos de viaje y empezó la pesadilla. Mi novio, mejor amigo, razón de mi alegría, y el ser humano más dulce y sensible que había conocido, se convirtió en una bestia sin corazón que no perdía oportunidad para gritarme, humillarme, traicionarme y/o maltratarme. Pero ante todo, me seguía amando.

Error no. 2 Confiar en que mi amor eterno, era mi amor eterno.
Y como no sabía que hacer, decidí usar todas mis herramientas. Tuve la brillante idea de que ya era hora de perder mi preciada virginidad y dársela a la bestia, a ver si se amansaba un poco y volvía a ser el niño del que me había enamorado.

Error no. 3 Entregar tu virginidad para amarrar a tu novio.
Por supuesto, nuestra relación se convirtió en encuentros sexuales en los que él iba a mi casa, satisfacía sus necesidades, se despedía de mis hermanas y se olvidaba de mi existencia.

Y yo lo aguanté todo, porque dice Shakira en Sale el Sol que no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo aguante. Y yo había decidido que iba a poner todo de mi parte para que nuestra relación funcionara. No funcionó. Un día me desperté con la idea más brillante que había tenido en años: iba a terminar mi relación con ese imbécil.

Y vaya que la terminé.
Luego de recibir insultos de su madre, de mi madre y hasta de los profesores del colegio, de no ceder ante sus ruegos y de mantenerme firme en mi decisión. Era libre de nuevo.

Y luego de 6 meses volví a encontrar el amor y a entregarle mi corazón a otro chico que prometía ser mucho mejor que el anterior. Y lo fue.

Fue tan bueno, amoroso y perfecto. Que terminé aburrida en la monotonía de la relación y 5 años después aquí estaba. Huyendo de la perfección.

Claro que antes de eso, tenía que meter la pata y actuar como gata en celo. Pero de eso hablaremos en otra ocasión porque no puedo contarles todo en el primer capítulo.

Otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora