IV. Un angustioso despertar
“¿Quién eres?”, pregunto nervioso. Hay demasiado en movimiento. Mi familia está enferma. Mi hermana estaba a punto de morir. Yo estaba tan cansado que caí desmayado. Y encima de todo, un gato que no conozco me está cargando con un destino que no conozco.
“Me llamo Haiko”, me dice el gato que tengo frente a mí. Su tono es tan serio que de inmediato tengo la sensación de que estoy siendo inoportuno. Que le estoy haciendo perder el tiempo. “Estoy ayudando a Febo con la crisis”
“¿Crisis?”, me paro en mis cuatro patas. Sigo sintiendo dolor al lado derecho.
“No te han dicho nada aún”, responde Haiko. “Algo grave ha pasado esta noche. Pero no me han autorizado a contártelo. Ven conmigo. Me han encargado llevarte con Febo y con los demás para que les cuentes qué pasó”
“¿Qué pasó?”, pregunto. “¡No tengo idea de qué pasó!”
“Niño”, me dice nuevamente en tono serio. “Tú y Astra son los únicos testigos de lo que ha pasado. Es imperativo que te lleve con Febo cuanto antes. ¿Puedes caminar o prefieres que te lleve? No hay deshonor en que estés cansado. Lo que has hecho esta noche ha sido heróico. El Consejo seguramente te querrá condecorar”
“¿Qué he hecho esta noche?”, pregunto preocupado. No recuerdo haber hecho nada particularmente heróico. “¿En dónde está Bianca? ¿Y Gigio? ¿En dónde están mis hermanos?”
“Niño”, repite. “Yo no soy el que aclarará las dudas. Yo soy el que te lleva con el que te aclarará las dudas. ¿Entiendes? No perdamos más el tiempo. ¿Puedes venir por tu cuenta o te tendré que cargar?”
Suspiro y reconozco que tiene razón. Estoy perdiendo el tiempo. No voy a conseguir mis respuestas de él.
“Yo te sigo”, digo. Haiko entonces da media vuelta y comienza a avanzar por esa calle. No va a toda velocidad ni a grandes saltos. Supongo que sabe que si bien soy demasiado orgulloso para dejarme cargar el resto del camino, tampoco estoy en tan buena condición como querría. Y que si corriese no lo podría seguir.
Después de un par de cuadras da la vuelta a la esquina y llegamos a una rampa que baja y se interna debajo de un gran edificio blanco. Sé que esa rampa está hecha para que automóbiles bajen. Me llama la atención que ahí es que estemos yendo.
Bajamos por la rampa una vez hasta el primer nivel por debajo del nivel de la calle. De ahí tomamos una segunda rampa para seguir bajando. Recién en ese segundo nivel subterráneo es que avanzamos por el piso hasta una esquina, en donde hay una especie de caseta. La puerta está abierta. Cuando me acerco escucho maullidos y lamentos. Pero cuando paso la puerta me doy cuenta de lo que está pasando.
El tal Febo ha tomado ese lugar como su clínica. Aquí es que están trayendo a todas las víctimas de lo que Haiko llamó crisis.
El lugar está lleno de gatos enfermos de todas las edades, tamaños y colores. Sí, pues. Yo también llamaría a esto una crisis.
“¿Es él?”, pregunta una gata de edad avanzada que se nos acercó de un lado. Haiko asiente y luego me habla directamente a mí.
“Ella es Ibis”, dice el gato que me había guiado. “Ella es miembro del Consejo. Le han encargado averiguar qué es lo que está pasando”
“¿Y tú cómo te llamas?”, me pregunta la gata de pelaje canoso y mirada cansada.
“Dalton”, respondo. “¿En dónde están mis hermanos? ¿Puedo verlos?”
“Lo siento mucho, Dalton”, me responde Ibis. “Tenemos malas noticias para ti”
Oh, no, pienso. No, no, no. Fui demasiado lento. Fui demasiado débil. Y por eso -por mí debilidad-, Bianca y Gigio están muertos. No pude salvarlos. Mi mirada se nubla de inmediato. Sé que no debo llorar frente a ellos dos, pero no puedo evitarlo. De pronto, Ibis me pone una pata en la cabeza.
“Tu hermano no sobrevivió el viaje. Pero tu hermanita se está recuperando”, dice. Yo levanto la mirada confundido.
“¿Bianca está bien?”, pregunto para asegurarme de haber escuchado bien.
“Así es”, responde Ibis. “Lamentablemente el otro... ¿Cómo se llamaba?”
“Gigio”, respondo de inmediato.
“Bueno, pues. Gigio llegó muy tarde. Lo siento mucho. No lo pudimos salvar”
Yo la miro confundido. En ese momento se me cruzan muchas emociones. Lo más importante es que estoy feliz de que mi hermana esté viva. Por otro lado, me preocupa que no sienta más pena por Gigio. Sé que no me caía muy bien, pero debería sentirme peor por haberlo perdido.
Pero hay otro detalle. A Bianca la traje yo. Es decir, a mi mamá luego le podré decir que la salvé. Yo la cargué todo el camino. Bueno, casi todo. Me ayudaron las últimas dos cuadras. Pero no estaría viva si no la hubiese cargado todo ese camino.
Mi mamá.
Entonces recuerdo. Vi a la gata gris corriendo de regreso en dirección a mi familia, seguida de varios otros gatos. Habían ido a salvarlos, seguramente. No tenía nada de qué preocuparme. La tal Astra se debe de haber encargado de todo.
No obstante, si Gigio ya había muerto, ¿qué me hacía suponer que los demás seguirían con vida? Iker seguramente es más fuerte y resistente que Gigio. No creo que haya duda en que él aguantaría más tiempo.
Mientras tanto, debo lidiar con esta Ibis.
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Los gatos de Miraflores
AventuraUn terrible crimen ha sido cometido en Miraflores: Familias enteras de gatos han sido envenenadas. Dependerá del gato detective Cliste encontrar al culpable y hacerlo pagar por el sufrimiento que ha traído.