XV. Garabatos humanos
Cliste no se molesta en leer el papel que Ringo le ha puesto por delante. Es un pedazo pequeño con algo ahí escrito. Yo no sé leer inscripciones humanas, así que no sé de qué se trata. Astra se da cuenta de esto y le hace un gesto a Cliste. Éste sonríe y antes de proceder con lo que Ringo le está ofreciendo, dirige su atención a mí.
“Debo asumir que no puedes entender lo que está escrito en este papel, ¿no es cierto?”, me pregunta Cliste. Yo asiento con la cabeza. Los tres me están mirando. “Eso es un problema. Si quieres ser detective, tienes que aprender a leer”
“Yo sé leer”, me defiendo rápidamente.
“Supongo”, replica Cliste. “Pero seguramente te refieres a la escritura nuestra. A lo que los gatos escriben en las paredes. Eso no es nada como esto. Estamos hablando de algo completamente distinto. No tienes idea”
A mí no me interesa en lo más mínimo aprender a leer lo que los humanos escriben. A mí mi madre me enseñó a leer las marcas que dejan los gatos en las paredes de las casas los gatos. Y eso sinceramente no me ha servido mucho en la vida. No tengo incentivos para aprender una forma distinta de leer.
Cliste reconoce mi cara de escepticismo.
“Oh, yo sé lo que estás pensando”, Cliste interrumpe mis pensamientos. Ringo se sienta en el suelo esperando con ansiedad lo que viene a continuación. “Estás pensando que esa primitiva forma de comunicación que tenemos los gatos es suficiente. Eso lo piensas porque no tienes idea de las posibilidades que los humanos sí han aprovechado. De hecho, tengo amigos -gatos en otros distritos- que creen que los humanos son la especie dominante de este planeta solamente porque ellos aprendieron realmente a escribir y nosotros aun no”
“Bah”, digo algo cansado de las lecciones del detective. No considero estar aprendiendo mucho en este momento. “¿Qué puede ser tan grandioso? Los humanos son... humanos. Ya todos los conocemos. Sabemos de sus obsesiones y de cómo le tienen miedo a la libertad. Nosotros los gatos somos distintos. Eso de la escritura es una forma más como ellos obligan a otros a hacer las cosas como quieren”
“Bueno, sí”, Cliste sonríe y le da una mirada veloz a Ringo. “Pero es mucho más que eso. Déjame que te explique”
Como dije, ya me estoy comenzando a cansar de estas lecciones que no estaban llevando a nada. Yo estoy dispuesto a aprender, pero todo tiene un límite. Y sinceramente estarse relacionando con un perro para leer escritura humana me parece demasiado. Todo tiene un límite. Pongo una cara de desaprobación que el detective interpreta de inmediato.
“Verás, los humanos se dieron cuenta hace mucho de que hay un límite a cuánto puede aprender cada uno de ellos. Por eso han creado formas por las cuales el conocimiento puede ir de un humano a otro”
“Nosotros también tenemos eso. Se llama conversar”, intervengo. Ringo y Cliste se ríen. Astra no.
“Está bien, se llama conversar. Pero, ¿cómo haces si quieres saber qué fue lo que sucedió en este mismo distrito hace tanto tiempo, que no hay nadie vivo que lo haya visto para que te lo cuente?”
“Si es importante, se lo dijo a alguien más joven. Y ese gato se lo contará a otros gatos jóvenes y así llegará la historia hasta nosotros. Así es como hacemos nosotros las cosas”
“Está bien. Pero hay un problema con ese sistema. Y es que cada vez que alguien cuente la historia, la cambiará un poco para hacerla más interesante”, Cliste se me acerca un poco. “¿O me vas a decir que tú nunca has hecho eso?”
Yo no respondo. La verdad es que tiene razón. Cada vez que cuento una historia la cambio un poco. Es más, hay veces en las que la primera vez que la cuento ya está adornada para que sea más impactante.
Cliste nota que ha captado mi atención.
“Así que los humanos inventaron esta forma de comunicar las cosas exactamente como ocurrieron”, el detective dice orgullosamente. “Pero ya veo que eso por sí solo no te ha impresionado”
“Es mucho más que eso”, intervino el perro. “Además ayuda a dejar registro de cosas que podrías ir olvidando”
“Eso sí que no necesito. Yo tengo excelente memoria”, digo orgulloso.
“Pero tu memoria no es perfecta”, retoma Cliste. “Hay cosas que te olvidas. Por ejemplo, cuando te pregunté qué habías comido tú que tu familia no había comido. Si hubiesemos tenido un registro de eso desde el comienzo, identificar de dónde vino el veneno sería mucho más fácil”
“Pero seguramente no lo recordabas completamente”, Ringo se echó en el suelo. “¿No es cierto?”
Yo no estoy seguro de qué responder. Por supuesto que tienen razón.
“Cosas como ésas son muy útiles dejar registradas”, Cliste retoma la palabra. “Y en este caso, es una bendición que los humanos estén obsesionados con dejar registro de lo que lllega y de lo que se va. ¿No es cierto, Ringo?”
“Así es”, el perro se para nuevamente. “En el distrito hay muchos lugares en los cuales los humanos le ofrecen cosas a otros humanos. Todo tipo de cosas”
“Y los humanos registran todo. Registran cuánto venden. Registran cuánto están ofreciendo de lo que están vendiendo. Registran cuánto llegó para ser vendido. Y también registran, cuánto ha desaparecido. ¿Comprendes ahora?”
“Oh, ya veo”, digo entendiendo de qué se trata todo. “¿Ese pedazo de papel tiene esa información?”
“Así es”, responde Ringo y luego se ríe. “Y gracias a esos registros puedo decirles exactamente cuál de las farmacias que hay en Miraflores es la que ha reportado que la medicina que usaron para envenenar a esos gatos ha sido robada”
Puso su pata sobre un dato en el papel. Seguramente era la identificación del lugar en cuestión. Yo me volteo hacia Cliste.
“¿Y ahora? ¿Qué hacemos con esa información?”
“Pues vamos a visitar el lugar”, respondió él y comenzó a salir de la habitación.
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Los gatos de Miraflores
PertualanganUn terrible crimen ha sido cometido en Miraflores: Familias enteras de gatos han sido envenenadas. Dependerá del gato detective Cliste encontrar al culpable y hacerlo pagar por el sufrimiento que ha traído.