XVII. Otro gato en el camino

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XVII. Otro gato en el camino

Después de caminar por un buen rato, decido decir algo.

“¿Cuánto más tendremos que caminar? Estoy cansado”

Astra y Cliste se voltean hacia mí.  De inmediato me lamento de haber abierto la boca.

“Pensé que habías dicho que podrías mantener nuestro paso”, Cliste se me acerca. “No podemos terminar esta investigación a tiempo si nos estás retrasando de esta manera”

“Lo siento”, digo con voz débil.

“No, está bien.  Es bueno que conozcas tus limitaciones”, comenta Cliste y se sienta frente a mí. “Pero por otro lado no podemos demorarnos.  Mañana a primera hora habrá una reunión del Consejo.  Y si queremos desenmascarar al culpable de los envenenamientos, ése es el momento adecuado para hacerlo.  No podemos quedarnos aquí esperando a que recuperes tu aliento”

“Pero...”, estoy pensando en cómo solucionar la situación, mas no se me ocurre nada.

“Podríamos dividirnos”, sugiere Astra.

“Está bien”, responde Cliste parándose de un salto. “Astra y yo iremos a la farmacia de la que robaron las medicinas.  Tú, mientras tanto, ve con Ibis o con algún otro miembro del Consejo y avísales que mañana en su reunión anunciaremos quién fue el asesino”

“¿Entonces ya sabes quién fue el culpable?”, me sorprendo.

“No realmente”, responde Cliste. “Pero siento que ya estoy bien cerca de descubrirlo.  No dudes de mis habilidades.  Ve y organiza lo que te digo.  Si puedes pedirle a Kenzo y a los demás agentes de seguridad que estén presentes, sería ideal”

“¿Y dónde se supone que...?”, me dispuse a preguntar, pero ninguno de los dos se quedó para el final de mi pregunta.  Tanto Astra como Cliste salieron corriendo.  Yo me quedé solo e inseguro de lo que debía hacer.  Debía ponerme en contacto con alguien que tuviera acceso al Consejo.  Pero a quién pudiese llegar yo.

Pienso en dos opciones.  Una es regresar al cerco en el que estaba Haiko.  Él a lo mejor me puede orientar.  La otra opción es ir donde Febo.  Se veía como un gato respetado por los miembros del Consejo.  Él quizás me podría indicar qué hacer.

Como ninguna de las dos opciones me parece particularmente más segura que la otra, me decido por la que implica caminar menos.  Eso quiere decir ir con Febo.

En ese preciso momento no me ubico completamente, así que no sé en qué dirección ir.  Sin embargo, regreso por la calle por la que había venido por unas cuadras hasta llegar a una calle más grande que sí reconozco.  Avanzo a paso ligero por ésa por unas cuadras.

Estoy a un par de cuadras de la guarida de Febo, cuando escucho que alguien me llama desde una esquina.  Yo me demoro en reconocer el origen.  Ahí, en la oscuridad puedo ver a un gato viejo.  No creo haberlo visto antes.  No lo reconozco, por lo menos.

“Hey, chico”, me dice en voz baja.  Yo apenas lo escucho.  No me acerco por temor a que sea una emboscada o algo similar. “Tú eres el hijo de Enola, ¿no? ¿Cómo te llamas, muchacho?”

“Dalton”, respondo.  Sigo en el medio de la acerca, donde hay luz.

“No sabes quién soy, ¿no? No tienes idea”

Yo niego con la cabeza, pero tengo un fuerte impulso a salir corriendo de ahí.  No lo hago por la curiosidad.

“Mi nombre es Salem. ¿Tú has estado andando con Cliste ahora último, no es cierto? ¿El gato que se cree detective?”

Entonces sé de inmediato de qué se trata.  Va a intentar difamarlo.  Es uno de esos gatos.

Yo asiento, pero no doy más información.  Por lo poco que sé, podría ser un loco.

“Salem”, repite su nombre. “¿No tienes idea de quién soy, eh? Pero de Ibis y de Jaque sí has oído, ¿no es cierto? Incluso has hablado con ellos, tengo entendido”

Yo asiento.  La situación me está pareciendo algo incómoda, así que doy un par de pasos hacia atrás y me dispongo a irme.

“Yo conocí a tu madre”, dice de improviso y de alguna manera eso captura mi intención. “Conocí a Enola.  Me dio mucha pena que muriera.  Quiero saber quién fue el culpable.  Lo quiero tanto como tú.  Pero eso no justifica haber traído al distrito a ese... A ese charlatán”

Es uno de ellos.  Uno contra los que Cliste me había advertido.  Uno de los que no entendían y no querían al detective.  Me dijo que si yo me quería dedicar a esto, tendría que tratar con esta gente constantemente.  Así que decidí quedarme.  Me valdría la práctica.

“Quizás dice eso porque no lo entiende”, sugiero a una prudente distancia.

“Oh, veo que ya es demasiado tarde”, dice el extraño. “Ya te convenció de que es un héroe.  Ya te sedujo con sus historias y sus misterios.  Ten cuidado.  Eso es ahora.  Pero luego.  Luego vienen los problemas”

“¿Qué problemas?”, pregunto.

“Oh, eso no te lo cuenta, ¿no? Ni él ni su compañera.  No es natural que una gata siga así a un gato por todos lados sin ser su pareja. ¡No es natural, te lo digo!”

“Puede ser, pero me iba a contar de los problemas. ¿Qué problema viene de ser amigo de Cliste?”, pregunto.

“Es que eres demasiado joven.  Por eso no recuerdas nada.  No recuerdas todo el daño que Cliste puede hacer”

“Exactamente.  Por eso pregunto”, en ese momento decido que estoy perdiendo el tiempo. “Y dado que no me lo quiere contar, creo que mejor continuaré mi camino”

Él se sorprende.  No puede creer que le esté dando la espalda y me esté yendo.  Por unos segundos no dice nada, pero después termina por reaccionar.

Los gatos de MirafloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora