Capítulo 2.

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Cuando ambas bajaron del coche no se sabía quién estaba más confundida. Lauren solo comenzó a mirar de un lado para otro con la vista perdida en un lugar (eso sí) bastante lindo de Miami. Cuando la ojiverde comenzó a morderse las uñas fue cuando Camila se decidió a preguntar.

—¿Sucede algo, Lolo?

Lauren dirigió su mirada a ella.

—¿Eh? No, solo es que... hay que esperar un poquitito más—Dijo haciendo gestos con su mano libre.

Camila iba a preguntar si esperaban a alguien, pero como su novia no estaba respondiendo claramente ninguna de sus dudas se quedó callada, también mirando a sus alrededores para descifrar alguna pista; pero lo único que notó fue que había gente andando en bicicleta, otros vendiendo comida mexicana en puestos y personas sentadas en los negocios de allí, que eran heladerías o mini restaurantes, principalmente.

Al cabo de unos minutos a Lauren le vibró el teléfono y miró cautelosamente, aunque sin repeler la atención de Camila. La morena atinó a mirar la pantalla, aunque no consiguió leer el mensaje... Demonios, ¿Por qué tanto misterio? ¿Y si Lauren tenía una amante? ¿Y si en realidad su novia era una vendedora de drogas? ¿Y si...?

—Muy bien, vamos Camz—Dijo, interrumpiendo sus pensamientos conspiratorios.

Ambas caminaron tomadas de la mano en dirección a la costa y se sacaron las sandalias para poder sentir mejor la cálida y fina arena que acariciaba sus pies al moverse, ese era un gusto que compartían: el amor a la playa.

Era un día espectacular, sin una sola nube en el cielo. Había gente sentada en diferentes sitios, aunque el mar estaba vacío salvo por unos surfeadores, el agua parecía fría aún.

Camila siguió a Lauren sin rumbo durante unos minutos, hasta que pararon a unos diez metros de un bar, en un lugar que no tenía mucho de interesante.

—¿Comeremos aquí? —Preguntó, con esperanza de que su novia no evadiera la pregunta.

—Algo así—Dijo Lauren, sonriendo, mientras dejaba la bolsa de Starbucks sobre una manta en la arena.

—Oye Lolo, esa manta no es nuestra, no creas que...

—Cállate bebé, toma—Dijo la pelinegra mientras le tendía un vaso con una bebida rosada y azul—Es un capuccino unicornio.

Camila lo tomó y comenzó a beberlo, el sabor esa realmente dulce y delicioso, pero la parte azul era un poco ácida. Igual se le hacía perfecto.

—¿Te gusta?

—Siento que te estoy probando a ti.

Lauren abrió los ojos de par en par y arqueó una ceja.

—¡No! Quiero decir... este cappuccino es como tú: deliciosamente dulce pero con una pizca ácida.

Ahora ambas sonrieron, Lauren la tomó cuidadosamente de los hombros y depositó un cálido beso allí.

—Te amo, Karla Camila Cabello Estrabao.

—Llámame Camila—Ese momento fue más que curioso, porque, casualmente, esa fue una conversación bastante parecida a la primera que tuvieron, quitándole el "te amo", claro.

Justo estaban por besarse cuando un griterío las sorprendió de la nada.

—¡¡SORPRESA!!

Camila se asustó tanto que su batido de unicornio voló por los aires y cayó accidentalmente sobre la cabeza de una morena con pequeñas trenzas hechas alrededor de su cabeza.

Después del Eclipse | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora