pactos

Demonio

-no mires atrás y corre, corre, corre.

Habia nacido en esa tierra y conocía este bosque, sabía donde tenía que ir y que llegaría más rápido que ellos así que siguió corriendo con toda la fuerza que tenía, saltaba arbustos y se agarraba de los árboles para darse más impulso en los giros, el bosque era su amigo y le ayudaba dándole una brisa fresca que la ayudaba a correr sin cansarse tanto, los pulmones le ardían por el esfuerzo pero quedaba poco para llegar, tras los tres árboles muertos estaba el arroyo que le dijo su madre. Salto unas grandes piedras y se agacho para pasar debajo de las ramas de aquellos árboles y al salir de ellos se encontró en un claro donde corría un pequeño arroyo, paro en seco y se apoyo en sus rodillas resoplando, había corrido como nunca para llegar hasta aquí y sabía que no le quedaba mucho tiempo para que la encontraran.

El recuerdo de ese hombre manchado de sangre le llenaba la cabeza y sabía de quien era esa sangre, de su madre.

No podía volver atrás y tampoco sabía que hacer ahora, le había dicho que llegara aquí y que dijera las palabras pero ¿que podían hacer unas palabras para salvar a su pueblo y a su madre si todavía estaba viva?

-por los dioses madre sigue con vida-

Dio unos pasos hasta el centro del claro cogió Aire y dijo:

-Esto es una locura madre pero haré lo que me ordenasteis, bosque escucha mis palabras
¡AQUITERUM ISTRE VOSTRA ES! -

Por un momento no parecía que hubiese pasado nada pero Zafiro se dio cuenta de que el bosque estaba callado, no había sonido ni de animales ni de las hojas de los árboles  movidas por el viento, ni siquiera el sonido del agua del arroyo se escuchaba.
Tenía un mal presentimiento y un escalofrío le subió por la espalda, las gotas de sudor le perlaban la frente y el corazón  le latía acelerado, echó una mirada alrededor del claro y noto como una espesa niebla empezaba a formase en la linde de los árboles.

Esto no era normal, el bosque nunca estuvo callado y la niebla no era habitual en esta época del año.

-oh por los dioses madre que me has mandado hacer-

Entonces el agua del arroyo empezó a burbujear y a crear una gran ola que se mantenía alta en el mismo lugar, era tan alta y ancha como una choza. El agua fluía y cambiaba de color, del azul  cristalino se fue tornando en un color negro opaco como si se tragara la luz de alrededor y de esa agua empezó a salir una forma.

Zafiro no podía moverse de donde estaba y le temblaba todo el cuerpo, no sabia que iba a salir de allí pero dentro de su alma sabia que no podía ser bueno.

La forma dio un paso fuera de la ola del arroyo y empezó a tomar forma.
Parecía un hombre, un hombre enorme con el pelo lacio y negro que le llegaba a la mitad de espalda, de la frente salían dos cuernos altos y curvos como los carneros, las orejas eran puntiagudas, la piel era de un tono rojizo terroso, era musculoso y llevaba unos pantalones negros de algún tipo de cuero de animal.
Conforme se iba acercando  ella pudo ver mejor su rostro, tenía los pómulos altos, mandíbula cuadrada y unos ojos oscuros sin ningún brillo
Que la miraban directamente a ella y en ese momento sonrió dejando  ver dos colmillos más grandes de lo normal.

-¿quien eres tu y porque me convocas? -