Capítulo 1

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Esta noche me contaron que Kai había desaparecido.

Fue mi amiga al teléfono, quien nunca pareció entender lo mucho que me costó no derrumbarme cuando me vi obligada a olvidarme de él hace unos años.

Supongo que esto será relevante, sin embargo.

Su noticia no tenía impregnado ningún aire de malicia con el fin de hacerme recordar aquellos tres años, ni pretendía verme admitir algo mientras su respiración agitada buscaba respuestas.

¿Por qué las tendría yo? ¿Porque lo conocía mejor que nadie?
Eso era antes, cuando mi único modo de sentirlo cerca era acercarlo yo misma. 

¿Pero ahora...?

Al fin y al cabo, que haya desaparecido ya no tiene por qué ser parte de mí. Anna no tendría por qué pensar que voy a desenterrar algún sentimiento de esos que pasé tantas noches sacando de mi sistema. Pero lo piensa. Y yo también.

«¿Desaparecido?»

No sé por qué me llamó, no entiendo por qué alguien en su sano juicio querría arriesgarse a echar todo su trabajo por la borda.
Fuimos un gran equipo al intentar sanar mis heridas cuando ya no había modo de buscar la esperanza.
Justo por eso no comprendo la necesidad de marcarme a las dos de la mañana y despertar sentimientos innecesarios.

—¿Qué quieres decir con que desapareció? —Prendí rápidamente la laptop con los dedos temblorosos, por la maldita costumbre que tenía de hacerlo cuando alguien decía "Kai".

La cosa es que nadie lo había hecho en mucho tiempo.

Entré a su perfil y me abrí paso por él. No pude evitar sentir un nudo en la garganta cuando comprendí que ya no me lo sabía de memoria. Ya no navegaba por él con la certeza de que la foto del quince de mayo iba a seguir en el inicio, o que no me había borrado de sus contactos.
Todo siempre siguió intacto. Hasta que un día no revisé más.

«Bueno, sigo en su lista de amigos»

Mentiría si dijera que en cuanto me propuse a dejarlo ir detuve mis visitas clandestinas por su perfil, pero es necesario admitir que el número redujo considerablemente con los años.
Hace por lo menos nueve meses que no había siquiera cruzado por mi mente ver en dónde iba a pasar sus vacaciones.

Y por lo visto, ahora nadie sabía dónde estaba. 

—¿Anna? —pregunté con desesperación—. ¿Cómo que desapareció? —dije bajando el cursor poco a poco, buscando enfocar la vista en cada comentario o fotografía que la pantalla iluminaba.

Todo normal. Además de la poca actividad.

Ni siquiera en su cumpleaños publicaron más de tres personas.

«Como cuando yo lo hice»

Mis mejillas se cubrieron de la habitual vergüenza que conllevaba recordar esa época y por un momento me olvidé de la actual conversación que estaba teniendo.

—Dicen que se fue de casa —«Era de esperarse», pensé mientras rodaba los ojos y buscaba la manera de entrar de lleno a la plática. Aunque no quisiera, me intrigaba—. Wale me contó que no se llevó nada, dejó su cuarto intacto. 

—Entonces no desapareció, Anna —suspiré un poco aliviada. No le deseaba a nadie algo tan terrible como "desaparecer". Quizá menos a él.

—Mila, ¿a dónde se fue tu espíritu de investigadora? —me reclamó alargando las palabras, haciendo pucheros—. Podría haber sido secuestrado, ¿sabes? —insistió.

—No lo secuestraron —pongo los ojos en blanco y continúo deslizándome por su página de Facebook.

«¿Qué habrá sido de su gato?» No lo veo por ninguna parte.
Aunque no estaría mal admitir que ya no tenemos 13 años y quizá los días de publicar fotos de nuestras mascotas pasaron.

Por estar contigo © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora