"Haya luna,
haya sol,
siempre veo tu rostro,
como un resplandor"
Son los primeros versos que componen esta mañana.
Ahyton (mi hermano) sigue sonriendo y, aunque no entienda su alegría, me agrada. Juega con las margaritas del jardín, las acaricia y yo me siento a su lado, repitiendo sus gestos.
La ira no tarda en llegar cuando recuerdo el verano y los juegos antes de su marcha a la depresión. Mi cerebro se funde en dolor y termina derramándose por mis manos, que acaban con las doradas flores.
Miro hacia adelante, con lágrimas en mi rostro y restos de margaritas en mis manos. Me tiembla el cuerpo, y caigo al suelo. Caigo, y me dejo perder por el cansancio.
Empieza otro día más, otro menos de vida. A veces pienso y acabo por afirmar, que mi vida me quiso abandonar cuando se acabaron los abrazos y las caricias de mi madre. Sin embrago, sigue conmigo, decolorándose poco a poco.
Mi hermano, a sus siete años de edad, entiende mejor esta situación que yo. Le pregunto cómo, y él, mirándome con el corazón limpio, me dice lo siguiente:
"Mira a los ojos al perro que te gruñe, se llama "Pasado", sólo cámbiale el nombre, ese ya no está de moda, ponle mejor "Presente". Ese nombre te gustará más, acarícialo y siente su suave pelo, te comprenderá y te lamerá agradecido".
Gracias universo, pero hazme un favor, limpia mis manos antes de colocar este delicado mundo en ellas.
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No dejes el mundo en mis manos
Diversos"Sólo me quedan los suspiros y la responsabilidad de cuidar de mi hermano. No dejes este delicado mundo en mis sucias manos, universo"