Ahyton se llevó una gran regañina por mi parte, se la merecía; ¿Cómo me pudo hacer pasar por la situación de ayer?
Hoy, y para mi sorpresa, me apetecía salir fuera de casa. Y a las ocho y veinte de la tarde, estaba saliendo por la puerta para cumplir mi objetivo. Hacía tiempo que no veía las fachadas de las otras casas o los escaparates de los locales comerciales. Era todo tan familiar y bonito y a la vez tan ajeno y melancólico...
A las nueve menos diez más o menos, volviendo a casa (fue un paseo creo que bastante corto), me paré en el descampado de ayer.
Me senté en un columpio bastante viejo y allí, sola, sin nada que hacer, no se me ocurre otra cosa que darle patadas a unas pequeñas piedrecitas que habían desperdigadas por el suelo, con tan mala suerte que salta una por los aires llegando a parar a la cabeza de un chico rubio, al cual se le forma una minúscula brecha. Conmovida, voy en su busca y le pregunto cómo está, a lo que me responde que se encuentra mareado. Cuando su flequillo se aparta de su cara, descubro quien es la víctima del golpe, y no es nada más ni nada menos que el niño de ayer.
-¡Eeehhh!... Tú eres Pablo, el chico que jugaba con mi hermano ayer aquí ¿no?
-A ver si te parece soy el panadero de la esquina- Responde con ironía- ¿Cómo no me habías reconocido antes?
-No tengo por qué fijarme en los rostros de todo el que pasa por delante de mi.
-En fin, ¿adónde vamos?
-Yo pensaba que eras tú el que me estaba guiando, yo pensaba en acompañarte hacia el ambulatorio.
-Bueno, pues ya has nombrado nuestro destino.
A las nueve y cuarto estábamos esperando en una sala llena de gente tosiendo o con heridas al turno de Pablo. No decíamos nada, todo era silencio, hasta que Pablo se acordó de su madre, y pensó en la regañina que le esperaba al volver. Con inocencia, preguntó por mi madre, me costó, pero le respondí la verdad.
Ya nos tocaba turno, y cuando le pidieron a Pablo su identidad y el nombre de sus padres, casi me desmayo...
Los apellidos de su madre son los mismos que el de la mía y el nombre completo y los apellidos de su padre, también coincidían, por lo tanto, ¡¡Pablo tenía los mismos!!
Me entró un mareo tremendo y quise salir por la puerta de aquel edificio, pero los dolores de cabeza me lo impidieron y me desplomé.
Cuando me desperté tenía a Ahyton a mi lado, estaba llorando y preguntándome dónde había estado, estaba tan confusa y perdida, que no me salían las palabras, sólo tartamudeaba, como si un chucho intentara hablar.
Ahora son exactamente la 01:03 de la mañana y aquí sigo, contándote el día de hoy. La luna hoy no es tan espléndida como lo fue la última vez que te escribí, pero aun así pido por mi madre y por ver de nuevo su sonrisa, aunque sea en forma de luna. Del mismo modo, te doy gracias por hacerme ver a mi hermano todos los días y te pido por favor, que me des fuerza suficiente como para poder mirar sin miedo a la muerte y para poder hacer felices a los demás (sobre todo a Ahyton). Hoy, como siempre, te pido que laves mis manos antes de colocar este delicado mundo en ellas.
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No dejes el mundo en mis manos
Diversos"Sólo me quedan los suspiros y la responsabilidad de cuidar de mi hermano. No dejes este delicado mundo en mis sucias manos, universo"