incómodo todo (2ª parte pruebas sin sentido)

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Unas gotas de sangre tiñen mis pantalones negros rotos. Y ante mí, una puerta de madera vieja.

Lo único que recuerdo de esta mañana es la huida de Ahyton. Por lo que veo ahora, pienso que salí en su busca y me golpee con la madera que tengo delante mía. Es una puerta bastante estropeada, lo indican los clavos que sobresalen y con los que seguramente me habré golpeado.

Mi herida no es grave, más me duele la rotura de corazón que me provocó la pérdida de mi madre.

Sigo las manchas de barro que marcaron los sucios zapatos de mi hermano. Me llevan hacia la salida de casa, y con fuerza de voluntad salgo. La luz que desprende el sol de la tarde descubre al joven de antes y a aquella niña, están hablando con quien yo busco. Y sin pensarlo, cojo a mi hermano, de tal manera que se queja y hace que los otros se quejen por el mismo motivo.

-¡¡Suéltame me haces daño!!- Grita Ahyton.

-¡¡Deja en paz al niño!!- Dice el chico.

Yo, con ironía digo: -¡Uy, perdona! ¿Estás bien pequeño?- Ahyton saca la lengua.

El desconocido me pregunta por mi identidad, y acaba sabiendo mi nombre, mi origen y mi edad. Yo a su vez, descubro lo mismo de aquellas dos personas. Al parecer son hermanos, igual que nosotros dos. Lo único que nos diferencian es la suerte que Dios escogió para cada uno. Yo soy la oveja negra; ellos, forman parte del inocente rebaño blanco. 

Esta situación me llega a resultar incómoda, y clavándole las uñas a mi hermano, desaparezco del descampado donde estábamos todos. 


Ya se asoma la luna por el cristal de la ventana de mi habitación.

La observo con cuidado, sin querer romper la serena sonrisa de la luna

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La observo con cuidado, sin querer romper la serena sonrisa de la luna. Porque es la sonrisa de mi madre.

-Hola mamá- Murmuro. -Todo... va bien... o eso creo... mentira, es todo tan difícil, me lo puso Dios tan difícil. Eres el adiós que jamás sabré decir.

Acto seguido rezo por Ahyton, por su vida.

Este día no tiene ni pies ni cabeza. Hoy no he probado bocado, sin embargo, creo que he mordido la manzana del Edén. Ahora dime Dios, dime universo, ¿por qué no me entregaste el agua con el que lavar mis manos? ¿Por qué es todo tan difícil? Por favor, ayúdame a no recordar el significado de dolor. Por favor, dame más momentos como este, y por favor, ten cuidado al colocar este inmenso pero delicado mundo en mis manos.

No dejes el mundo en mis manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora