Capítulo 10

202 8 0
                                    

Diez, nueve, ocho... cuenta regresiva para, morir.

Ir por la chica, cuatro palabras peligrosas, las cuales deberían de ser acatadas cuanto antes; su jefe no podía esperar un día más, tenía que viajar para "ir por la chica" y la chica no era cualquier otra, era la hija del traidor.

El hombre corpulento bajo con las piernas temblorosas del tren, camino a grandes zancadas por los pasillos, de su bolsillo saco una cajetilla de cigarros y un encender, lo encendió apresuradamente y le dio una calada mortal. En la entrada de la estación hizo la parada a un taxi, se introdujo en el con cansancio. El conductor lo miro por el espejo retrovisor y dijo.

- ¿A dónde Sr?

- A esta dirección - se acerco al frente y paso un papel - lo más pronto que pueda llevarme.

Había salido de su ciudad sin ningún otra indicación, solo acato la orden de su jefe, se encontraba tan desconcertado que en su cabeza solo se pronunciaba "la chica, la chica, la chica". No había vuelta a tras, estaba dicho y solo tenía que cumplir la orden.  Hacia tiempo que le habían pedido que matara a la chica, pero como todo hombre cobarde ponía cualquier pretexto para no hacerlo. El jefe estaba a punto de mandar matarlo, era un viejo panzón y cobarde. No tenía ni la menor idea de porqué lo había contratado; tal vez porque su aspecto daba miedo, por la forma tan rara de vestir y de colocar su cigarrillo en los labios, pero había algo que no lo hacía un matón, su corazón de pollo. Frío por fuera pero cálido por dentro.

El grito de una mujer lo hizo despertar de golpe, aclaro la vista y se dio cuenta del lugar en el que se encontraba, se dio un baño rápido y desayuno un café. Al salir de aquel hotel de mala muerte supo reconocer que su vida cambiaría para siempre, no había quien lo ayudara. 

Caminó por un buen rato, no quiso tomar el metro y mucho menos un taxi.  Paro frente una cafetería y entro a beber otro café, al momento de darle un mordisco a su rosquilla el móvil vibro y el corazón se le detuvo.

"Listo, a las 3:40 llegará Matthe para el trato".

Guardo su móvil con lentitud y siguió comiendo, sus ojos estaban fijos en las paredes de cristal, su cuerpo grande se reflejaba en ellas. Miró por quinta vez la hora e inhalo bruscamente. Sabía que si no lo hacía tenía mucho que perder. Pagó su consumo y siguió una larga caminata, el cielo estaba bonito, grisáceo con un tono de azul oscuro, así como a él le gustaba; pero hubiese preferido poder contemplarlo desde una colina verdosa y en compañía de su mujer, no verlo a unas cuantas horas de convertirse en un asesino.

Bien se sabe que la pobreza es, por sí sola un padecimiento horroroso y más aun cuando te toma por sorpresa y tienes una hija pequeña, la cual, esta a punto de morir. Por casualidades de la vida, Spencer llegó a las manos de un hombre poderoso, a que acosta de todo quiere seguir en el poder.

El reloj marcaba las 3:35, sus piernas estaban algo temblorosas y en su mente no había otra cosa más que el hermoso rostro de la chica. Un auto se detuvo en seco y por instinto supo que debía subir de inmediato, camino con paso apresurado y subió torpemente. Guardo silencio todo el trayecto, no sabía a donde irían, el corazón iba a salirle por la boca en cualquier momento.

No siempre hay dos caminos, no siempre se tiene el privilegio de elegir entre A o B, somos presas de las situaciones que día con día se nos presentan; la muerte no tiene alternativas, no siempre hay una A o una B para escapar de ella pero sí hay alternativas para no ser asesinado.
Matar a la chica.

El auto se detuvo en un callejón muy oscuro, al final se encontraba otro auto, apagaron las luces y la luz de la luna iluminaba apenas un poco.

Sintió que en cualquier momento se desplomaria en el asiento, penso que así no podría cometer aquella cosa tan innombrable.

Del otro auto bajo un hombre de traje blanco, apenas pudo verle cuando de acerco a su puerta.

- Aquí tiene todo lo que debe saber sobre ella - pasó por la ventanilla una carpeta con documentos.

- De... de acue...rdo - dijo tartamudeando por el miedo.

Ellos sabían que no era su voluntad asesinarla,  habían impuesto la violencia, el miedo y dinero  para obligarle a aceptar.

- La paga completa será después que termines el encargo - arrojó un paquete de billetes hacía dentro del coche - te llamaré cuando tengas que ir por ella.

El hombre de traje blanco se alejó con una sonrisa traviesa en su rostro y subió a su auto.

Estaba dicho una vez más, tenía que hacerlo y ya estaba comprada la vida de esa chica. No somos dueños de nuestra vida, al primer idiota que se le ocurra pagar por tú vida y adiós.

""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""
LAMENTO HABER TARDADO TANTO EN PUBLICAR.
Aquí tengo un capítulo para ustedes.
Los amo😚

"Leona"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora