Como todas las mañanas, el micro la pasaba a buscar. Nunca había notado nada raro en él, hasta ese día, que fue cuando todo se tornó oscuro.
Era un micro negro con un gran símbolo de yin y yang impreso en él, era muy bonito a decir verdad. Había comenzado a pasar por su casa hacia no muchos días, y también por la de todxs sus compañerxs de curso. Pero ese día fue raro.
Su abuelo, que vivía con ella, la acompañó para despedirla como habitualmente sucedía. En esta ocasión, el abuelo se paró -muy inconscientemente- en medio de la calle y para sorpresa de la adolescente, al mismo tiempo llegaba el micro (al cual no había visto venir, más bien apareció de la nada). Soltó un grito al ver que éste se estacionaba justo encima de su abuelo... sin que él ni siquiera lo note. Normalmente lo aplastaría pero él ni siquiera lo sentía. Se había hecho invisible, al menos para el abuelo.
Al parecer, sólo veían el micro sus pasajeros.
Al subir, notó por primera vez que una de sus amigas de siempre le decía la misma frase que repetía todas las mañanas. Y por primera vez observó que todxs estaban en los mismos lugares, hablando de las mismas cosas. Todo era como un holograma, todo se veía y se sentía irreal, como robótico. Entró en pánico. "¿Soy real?" se preguntó. La idea la enloquecía, sin embargo algo de toda la situación la atraía maravillosamente. Algo en ese lugar invisible para todxs lxs que no estaban ahí arriba, la volvía loca.
Este lugar, donde ella parecía ser la única consciente de lo que pasaba.
Pero las cosas que nos atraen no siempre son las más buenas. Repito, y que no se te olvide: a partir de ese día, todo se tornó oscuro.
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