Mathilde

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No quería que su rostro expresara la tristeza que ella sentía en ese momento. Era, sin duda, la peor bienvenida de todas. Sin embargo, Mathilde pensaba que todo lo que estaba ocurriendo era sólo una dosis de su propio y triste recuerdo de un error que había cometido un año antes apenas. Era absurdo pensar que ella merecía un final diferente, o al menos eso suponía.

Y tenía que aprender una sola lección ese día y el resto de su vida:

Todos la odiaban, y ella se odiaba a sí misma.

Miró entonces su reflejo en la ventanilla del autobús, y recordó cuando todos decían que era la chica más hermosa que yacía sobre el instituto. Todavía recordaba que a pesar de su baja estatura, parecía estar al mismo nivel que los demás. Aún tenía en cuenta a esas personas que alguna vez se atrevió a decirles "amigos" y a esos chicos que días y noches peleaban por un amor por supuesto imposible, pero que sin importar aquello se atrevían a luchar.

Pero, todo eso era falso. Nunca nadie le dijo que era hermosa ante ella misma, todos la envidiaban en un principio y unos cuantos ya querían arruinar su vida. Aquellas amistades solo estaban ahí por una razón tan estúpida como sus errores y permanecían ahora tan lejos de ellas como sus anhelos.

Y, por supuesto, sus sueños.

Al llegar al instituto, todos los maestros dieron la bienvenida a todos menos a ella. El favoritismo también se había esfumado. Todo había desaparecido.

Llegó a clase de Letras. Escogió un banco especialmente marginado en el corto pasillo y caminó hacia él ocultándose entre sus libros escolares. Entonces, casi tropezó al chocar contra un chico:

-Lo siento.- dijo Mathilde, disculpándose.

-Oh, no te preocupes...- Cuando el chico volteó, Mathilde se dio cuenta de que su capucha había caído a sus hombros. El chico solo se quedó mirándola y dijo, molesto:

-¿Sabes qué? Olvídalo, sólo alejate.

Mathilde obedeció, y al voltearse, escuchó un susurro que provenía del mismo chico.

-Zorra.

No realizó ninguna expresión.

La clase había empezado y todos estaban en sus lugares. La clase era dirigida por una profesora de avanzada edad y voz temblorosa.

-Hola, jovencitos y jovencitas. Algunos ya me conocéis, pero realmente es poco importante. ¿Sabéis ustedes que todo alumno aprende lo mismo y lo que le corresponde?

A pesar del lenguaje antiguo de la profesora, Mathilde sabía de lo que estaba hablando: Había alguien nuevo en el instituto. Todos los profesores hacían la misma presentación cuando un nuevo alumno se presentaba. Como todos, ella estaba acostumbrada.

El alumno parecía querer asomar cabeza, y Mathilde se dio cuenta por sus cabellos castaños que bailaban y se movían de lado a otro, mientras la timidez lo dominaba.

-Vamos, cariño.- le decía la maestra con ternura -Preséntate.-

El nuevo alumno salió rápidamente y con movimientos bruscos. Mathilde y todos guardaron silencio.

-Hola- dijo el muchacho entre tartamudos-Me llamo James.

Mathilde se dio cuenta de que esa voz provenía del chico que accidentalmente iba a darle un papel sin saber el mensaje vulgar en su interior. Se sintió avergonzada de sí misma ¿Como no pudo notar que el chico que había rechazado estaba enfermo?

El rostro del nuevo le ponía nerviosa. Había un toque de lástima en ese nerviosismo, pero sus expresiones le aterraban. Jamas había visto algo así. El chico tenía un ojo cinco centímetros lejos de su rostro. Crecían en él unos objetos redondos que apretaban su nariz, y alrededor de ellos, objetos redondos aún mas pequeños. Era espeluznante y grotesco.

Sin embargo, el nuevo no estaba sorprendido. Parecía estar acostumbrado a esa reacción como si la viera todos los días. Mathilde apartaba la vista para no poder mirarle a los ojos.

-Bien.-dijo la profesora, decepcionda de tal reacción- Elige tu lugar.

El nuevo se movió de inmediato, como si supiera desde un principio donde planeaba sentarse. Cuando pasaba junto a los demás, algunos lo evitaban, otros sólo lo miraban como una imagen aterradora.

El nuevo no parecía estar contento. Todos los lugares estaban llenos y nadie estaba dispuesto a darle el suyo. Entonces, se quedó quieto, y miró al lado izquierdo de Mathilde con preocupación. Ella, sin comprenderlo, miro hacia el mismo punto.

El único lugar disponible era el que estaba a su lado.

Mathilde no reaccionó. Sólo se cubrió con la capucha un poco más y se volvió a encoger de hombros. El nuevo pareció entender y se sentó.

El lugar permanecía callado. Los rostros los miraban a ambos y ellos trataban de evitar esas miradas.

-Es hora de empezar- pronunció la profesora en su tono dulce.

Mathilde sabía que debía disculparse con el chico. Estaba consciente de ello. Pero ¿Cómo? No sabía como podría pedir disculpas a alguien...como él. Era lo correcto, pero...

¿Podría?

Era la hora de comer. Ella sostenía una charola roja y unos platillos de un olor no muy agradable. El nuevo estaba en una mesa solitaria. Entonces, ella miró como su antiguo grupo de amigos se acercaba a carcajadas. Pero dejaron de reír al acercarse a su lugar.

-Oye, chaval, ese lugar es nuestro.- le dijo Chase, el antiguo novio de Mathilde.

-Vale, si quieres pueden sentarse todos aquí.- le respondió el nuevo.

Chase sólo le miro con rencor. Volvió la mirada hacia su grupo y dijo:

-Amigos, vamos a otro lado. Y tu, chaval, quédate ahí sí quieres.

El nuevo no respondió. Sólo miraba su sándwich tratando de adivinar su interior.

El grupo se fue. Mathilde supo en ese momento que era su oportunidad para disculparse. A pesar de la voz en su interior que decía que no lo hiciera, se sentó frente a el nuevo.Él reaccionó y miro a Mathilde con extrañeza. Ambos quedaron callados, y permanecieron en una expresión bochornosa.

Mathilde le dijo temblorosamente:

-Supongo que me reconoces.

Él volvió hacia su comida y le dijo:

-No te has quitado la capucha desde el autobús.

Mathilde lanzó un suspiro de fatiga, y trató de mirar al chico a los ojos, pero la capucha era un estorbo en ese momento.

-Quería pedir tu perdón, por lo que dije en el autobús. No fue con una mala intención. Sé qué eres nuevo, y es una mala bienvenida.

-Lo que te hicieron a ti es una mala bienvenida.

-Eso no importa.

Claro que importaba, para ella, pero ¿Acaso era importante para los demás?

-Entonces ¿Aceptas mis disculpas?

El nuevo se recargó en su propia mano y empezó a pensarlo. Mathilde esperaba una respuesta con impaciencia. Lo que ella quería era no tener rencores con nadie, mucho menos con alguién...como él.

-Quítate, la capucha.- dijo el nuevo, por fin.

-¿Qué? ¿Por qué?.- Mathilde no lo entendía ¿Apenas lo conocía y ya quería que se quitara la capucha?

-No puedo perdonar a alguien que tiene la mirada cubierta.

Mathilde quería acabar con aquello de una vez.

-Esta bien.

Entonces, la capucha cayó por completo, así como su cabellera rubia.

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Muy bien, estoy subiendo esto más rápido de lo que pensé. :) Espero que esta historia esté siendo de su agrado ¡No olviden votar y comentar! :) Besos!

:*

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