T W E L V E

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Cada paso que daba iba con menos ganas que el anterior, no le hacía mucha felicidad el volver a casa, en realidad, Louis prefería estar en cualquier lugar menos ahí.
Muchas veces había pensado el rentar un departamento cerca de la escuela, pero eso significaba perderse la vista de cierto lindo rizado pasando frente a su casa todas las mañanas. Sí, no renunciaría a eso por un tonto capricho suyo. 

Cuando reaccionó ya estaba frente la puerta de su casa, tomó un profundo suspiro del ligero aire del exterior antes de adentrarse en la densa atmósfera que siempre dominaba en ese lugar.

No dio ni bien un paso dentro de la casa cuando sintió a alguien lanzarse a sus brazos, por instinto afirmó el cuerpo del contrario. No fue hasta que se alejó un poco que pudo ver a su hermanito con una amplia sonrisa en sus labios. 

—¡Volviste, Lou!— el pequeño niño exclamó con felicidad mientras acomodaba la corona que descansaba sobre sus dorados cabellos.

—No, no, Ernest, ya habíamos hablado al respecto.— murmuró quitando la corona de su cabeza antes de dejar un corto beso en la mejilla del menor y bajarlo al piso.—¿Sabes lo mal que se pondría Troy si te viera usando esto?—

—Lo siento.— su mirada bajó cuando un leve puchero apareció en sus labios. —Doris y yo jugábamos a las princesas.—

—Eso es genial, pero debes tener más cuidado, ¿vale?— su sonrisa se desvaneció poco a poco hasta que sus labios estaban hechos una inexpresiva linea. —¿Está en la cocina?—

—Síp, mami quería que te esperáramos para comer juntos. Papi está un poco gruñón por eso.—

—Muy bien, ve a avisarle a Doris que bajé a comer con nosotros.—

Ernest simplemente asintió antes de darse media vuelta e ir corriendo escaleras arriba por su hermana. Suspiró por milésima vez en el día mientras dejaba la corona de juguete sobre una mesita de adorno para después comenzar a caminar hacia la cocina donde efectivamente se encontraban sus padres sentados en la mesa.

—Mamá, Troy.— saludó tomando asiento junto a su madre, dejando un suave beso en su mejilla.

—Joder, Louis, ¿qué mierda te pasó en el labio? No me digas que te golpearon, marica.—

—¡Troy!— la voz de Johannah llenó el lugar haciendo al ojiazul sentirse aún más incómodo. 

—Danielle es algo salvaje a veces.— mintió encogiéndose de hombros, tratando de parecer lo más despreocupado posible.

 Una sonora carcajada salió de los labios de su padre antes de que éste mismo se acercara y diera una palmada en la espalda del castaño.—Sé a lo que te refieres, estuve con muchas chicas a tu edad, hijo.—

Después de eso un silencio incómodo se creó en el lugar y permaneció así durante unos minutos hasta que los mellizos llegaron a la mesa. Jay se levantó para comenzar a servir la comida de cada uno y, luego de dar las gracias, Louis dejó que el sabor de los espaguetis lo llevaran a un lugar lejos de ahí; aunque sea solo por el poco tiempo que le tomó comerlos por completo.

—¿Cuando planeas cortar el cabello de Ernest, Johannah?— preguntó Troy llevando su vista hacia el recién nombrado.—Parece más niña que su hermana.—

—A mi me gusta así, papi.— murmuró el menor llevando su vaso a sus labios.

—No me digas papi, suenas como un jodido marica.—

—Basta, Troy. A él le gusta así, no se lo cortaremos.— interrumpió la mujer inclinándose un poco hacia en frente para entrar en el campo visual de su esposo.

—De acuerdo, si quieres hacerlo a la mala.— dio una última mirada hacia Johannah y se levantó de su lugar.

El cajón junto a la estufa fue abierto y de él fueron sacadas unas tijeras bastante filosas, sin perder el tiempo colocó una de sus manos sobre el hombro del niño en señal de que no se moviera. Las hojas de las tijeras fueron pasando descuidadamente entre los dorados mechones del menor. Sus lágrimas cayendo con su labio inferior atrapado entre sus labios para evitar sollozar y así evitar que su padre se enojase aún más.

Era mucho para Louis, simplemente demasiado. El fuerte chirrido de las patas de la silla siendo arrastradas por el piso llamó la atención de Troy por unos segundos, los suficientes para ver al ojiazul abandonando el lugar para ir hasta su cuarto.

Una vez en su habitación puso el seguro a la puerta y se desvistió por completo para ir a tomar una ducha fría. Cada día se volvía más duro todo. Su padre. Sus amigos. Tener que ser así con Harry. Oh, su bebé, eso era lo que más le dolía, pero no podía arriesgarse a que Troy se enterase e intentara algo contra él. No lo soportaría.

Y ahora ese idiota de Zayn, le respiraba demasiado cerca a su rizado como para poder estar tranquilo. Para ese momento diferentes sentimientos bailaban dentro de él. Sentimientos malos; enojo, celos, frustración y estrés. Su piel ardía contra la gélida agua de la regadera.

Fueron 20 minutos dentro del baño antes de que saliera con una toalla en sus caderas y aún con varias gotas cayendo por su cabello y torso. De sus cajones sacó un par de boxers, una camisa y un pantalón.

—Lamento que hayas visto eso, amor.— la voz de su madre lo interrumpió antes de poder ponerse la camisa.

—Está bien, mamá. Ya estoy acostumbrado.—

—¿Cómo está Harry?— preguntó entrando por completo a la habitación, sentándose en la orilla de la cama.

—Bien, yo...— su voz se rompió mientras sus ojos comenzaban a mojarse cada vez más. —..no puedo.—

—Ya habíamos hablado de esto, cariño. Todo irá bien, yo hablaré con tu padre.—

—No, mamá, no puedo arriesgarme a que le haga algo a él.— contestó quitando la humedad de sus ojos con el dorso de su diestra, colocando la camisa para tapar las permanentes cicatrices de su espalda.

Loulou.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora