Ernesto y David

3 0 0
                                    

Estaba bastante rallado. Carla y yo hemos sido amigos desde hace siglos y, bueno, la adolescencia le ha sentado muy bien, y además es simpática y lista y se ríe de mis chistes... Pensaba que yo podía gustarle, porque pasamos mucho tiempo juntos y nos divertimos, pero me acaba de dar calabazas, así que me imagino que en realidad sólo era yo quien se estaba quedando colgado de ella... En fin, siempre me quedará David, ¿no?

Llego a su casa sin avisar y su madre me abre.

- Hola Ernesto, ¿qué tal estás?- Me saluda la señora de la casa, siempre tan amable.

- Bien.- Digo dándole dos besos como saludo.

- David está en el baño, puedes esperarle en su habitación.

- Vale, hasta luego Francisca.- Le digo ondeando la mano a la mujer que ha sido como una segunda madre para mí.

Me siento sobre la cama bien hecha de David y marco el ritmo de una canción inventada con el pie mientras le espero, mirando sus estanterías y pensando sin demasiado detenimiento porqué he ido hasta allí. Ha sido como un impulso, al fin y al cabo David siempre está ahí para mí y quien mejor que él para pasar un rato y contarle mis problemas sin regodearnos en ellos.

David aparece al cabo de unos 5 minutos con una toalla en la cabeza y el pelo aún goteándole. Parece que se estaba duchando cuando he llegado a su casa.

- Hola tío, qué sorpresa verte aquí, no te esperaba.- Me saluda dejándose caer en la otra punta de la cama.- ¿Cómo ha ido el entreno?

- Bien, se ha lesionado Gabri.

- ¿Y eso es bien?- Responde él riéndose.- ¿Ha sido grave?

- Qué va, si ese tío es un toro. -Digo dándole un leve golpe en el brazo.- Sólo un esguince.

- Es bien...- Murmura. Esa es la típica muletilla de David cuando no sabe qué más decir. Y no tiene el mismo significado que "está bien", aunque a veces sí, es... Bueno, para mí es totalmente comprensible, aunque a veces para los otros no lo sea.

- Me he declarado a Carla, tío.- Le suelto de sopetón y veo que él levanta la cara y me mira con incredulidad. Creo que debería haber preparado el terreno antes.

- ¿Que has hecho qué?- Repite levantándose de la cama y quedando de pie enfrente mío, a una altura más elevada que la mía, dada la postura.

- Sí, pero me ha dado calabazas. Sólo me ve como a un amigo...

- P-pero... ¿Cuándo ha sucedido esto?- Le veo nervioso, no me esperaba esta reacción por su parte. Miro la hora en la pantalla de mi móvil antes de contestar.

- Pues hace unos 15 minutos, me he pasado por su casa después del entreno...

- ¿Y desde cuándo te gusta?- Alza las manos y da una vuelta sobre sí mismo despacio.- No me habías dicho nada, ¿y te ha rechazado? ¿Y qué te ha dicho?- Sigue hablando agitado,  moviendo manos y pies sin sentido.

- Eso, que no puede salir conmigo...- Lo miro a la cara, me levanto y le cojo de la muñeca, obligando a que pare de moverse por la habitación. Me está poniendo nervioso a mí también, parece que le está dando más importancia que yo mismo. Él para y me mira a los ojos.

- ¿Estás bien?- Su pregunta, con tono serio, me hace abrir los ojos como platos para luego soltar una risotada.

- ¡Sí! Tío, ¡no te preocupes!- Le digo golpeándole el hombro y arrancándole su sonrisa tímida de medio lado.

- ¿Te quedarás a cenar?

- Y a dormir, si no me echas antes.

- Claro que no.- Dice abrazándome. Me pone nervioso que haga eso, pero le dejo hacer, creo que necesito un abrazo, aunque no me hace gracia que mi amigo sienta pena por mí. Lo aparto al cabo de unos segundos.

No me escojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora