Color verum quaerimus in anima

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Lo primero que hizo tras bajar del avión y salir del aeropuerto fue ir por un café, las energías se iban pues no pudo dormir. Pagó con tarjeta de crédito y tomó su vaso, salió del establecimiento dándole un trago y miró hacia el cielo, todo era tan diferente del otro lado del mundo. El sol quemaba tanto que comenzaba a odiar su vestido de manga larga y tela gruesa.

-¡Taxi! –detuvo el auto y subió, le entregó la dirección al hombre que caballerosamente había tomado su maleta para guardarla en el porta equipajes. Miraba por la ventana a segundos, luego bajaba la vista hacia la fotografía imaginando que su hijo le hablaba a través de ella.

Llegó al hotel, pagó y ella mismo tomó la maleta obligándose a ser aquella dama de sociedad que siempre sonreía. Solo hasta que llegó a la habitación, la madre regresó, con una mueca de agonía en su rostro. Los ojos enrojecidos y la boca tirada hacia abajo, le dolía la frente por las cejas en la misma posición desde hace días.

Tomó una ducha y cuando se sintió más fresca, pidió algo de comer. Tranquila, porciones pequeñas y nada muy costoso, se sentó en el comedor de su habitación y encendió el televisor. Encontró el canal donde siempre daban recetas de cocina, le encantaba ese programa en particular pero siguió cambiándole hasta que reconoció al chico que sonreía, era una serie de criminología: le encantaban a Sasuke.

Masticaba y tragaba como si fuera algo mecánico, sin saborear nada. Bien podría haber algo podrido y ella ni lo notaría, solo comía sabiendo que un desmayo a la mitad de la calle atrasaría sus planes. Puso la fotografía frente a ella, recargada en un florero, entonces así Sasuke la acompañó a comer.

-Mamá... no me gusta la cebolla... -su boca estaba fruncida en un puchero infantil mientras miraba con repudio el aro blanquecino que adornaba la carne de su hamburguesa. Apenas alcanzaba a sobresalir por encima de la mesa (aunque él le echaba la culpa a las sillas).

-Pues quítala y déjala a un lado.

-¡No! Mis dedos se van a ensuciar. –empujó el plato. -¿Me la quitas? -¿Cómo decirle que no a esa carita?

-Nunca cambiaste... -le dijo cuando recordó que incluso de mayor recibía su comida y abría los ojos cuando encontraba esa terrible verdura en su plato. Mirando a su hermano o ella con ojos suplicantes aunque disimulados. Itachi fue quien más lo salvaba de la "terrible cebolla".

ʘ

-¿Sasuke? No lo recuerdo... ¿está en el campus?

-No, hace ya un tiempo que no. –dijo entristecida, le dejó tomar la fotografía aunque con recelo.

-No, la verdad no lo he visto. Lo siento.

-Gracias. –se adentró más a ese campus enorme, miraba los pasillos con una extraña esperanza de encontrar a su hijo. Pensó por qué demonios nunca se le ocurrió irle a visitar, cómo pudo complacerse con las llamadas, las videollamadas y los mensajes. ¡¿Por qué?!

El consejo estudiantil tampoco le dijo algo nuevo, menos el director, el decano, la mesa directiva... todos eran unos inútiles y se los dejó ver mientras salía de las oficinas. Se estaba aterrando, pensaba recolectar información una vez sabiendo donde buscar y ellos debían decirle, ese era su plan.

Todavía le preguntó a unos quince estudiantes que negaron conocerlo y una indiscreta le dijo además que estaba muy guapo. ¡Ya sabía que estaba guapo! ¡Era su Sasuke! Nunca pensó tan mal de las mujeres como ahora, culpándolas de todo. Irreverentemente, se dio cuenta que estaba lastimándoles y a ella misma, así que sentó en una jardinera y decidió descansar, la fotografía le sirvió de abanico un momento.

¿Quién era Sasuke Uchiha?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora