Capítulo 6

127 17 4
                                    

Al cerrar la florería, subí a mi cuarto y me recosté en mi cama. Sentía mis ojos arder por el llanto y escuché que tocaron el timbre, pero lo ignoré, ya había cerrado y no iba a abrir. El timbre siguió sonando de una forma tan insistente que me paré molesta y bajé a abrir.

-¡Ya he cerrado! -exclamé hasta llegar a la puerta.

-Disculpe, señorita -contestó tímidamente un joven moreno desde afuera a través del vidrio de la puerta. -Es que he venido a entregar un pedido de flores.

Y era cierto, en sus manos tenía un bulto grande que estaba tapado y no podía ver que era. Fruncí el ceño y le abrí.

-No he pedido ningunas flores -dije aún con el ceño fruncido, viéndolo totalmente confundida.

-Me mandó otra persona a que se las entregase. Son un regalo.

-¿Flores para mi? -reí. Me parecía ilógico aquello. Él asintió.

-¿Se puede saber de quién provienen?

-Me las dio una mujer, dijo que se las entregara a la chica de cabello rubio  rizado y ojos azules de la florería de la esquina...supongo que debe ser usted.

-¿Me estás tomando el pelo? -dije molesta.

-¡No, no! De ninguna forma, es verdad lo que digo. Mire...a mi me pagan para hacer repartos, y esa mujer me ha pagado para traerle esto a usted.

-De acuerdo...lo lamento -puse una mano en mi frente. -Dámelas -extendí las manos y depositó el paquete envuelto en papel kraft sobre ellas. -Gracias y...enserio lo lamento.

-No hay problema. -Dijo y se marchó.

Cerré la puerta nuevamente y puse el misterioso paquete sobre el mostrador. Dudé en abrirlo pero al final tomé unas tijeras y rompí el papel.

Cuando vi lo que había en el interior me desconcerté y sentí una punzada en el corazón. Estaba demasiado impactada, o tal vez demasiado cansada como para llorar otra vez. Solo que en ésta ocasión se justificaban mis lágrimas, porque serían de felicidad.

Había una canasta grande que contenía pequeños ramos con rosas rojas, jacintos, gladolios, tulipanes y claveles rojos. Pero lo que llamó más mi atención, fue un ramo que había salido de mi tienda esa mañana...el ramo con camelias rosas y rojas que Camelia me pidió.

"Necesito otro ramo de flores para regalarle a alguien que significa mucho para mí, en el sentido amoroso" pensé lo que había dicho. Y entonces todo comenzaba a encajar.

Rápidamente busqué la nota que había escrito en el interior de las camelias y la abrí.

Para Scarlett:

Oh querida Scarlett, ¿recuerdas la vez que te dije que no generalizaras que las personas desconocían el idioma de las flores?

Desde que entré a tu florería me gustaron todas y cada una de las flores, pero cuando escuché tu voz y miré tus ojos azules, quedé atrapada en ellos. Y luego cuando me regalaste esos girasoles, te clavaste en mi corazón. Sin más.

Los girasoles representan cosas importantes en mi vida, pero por la forma en la que me mirabas sabía que querías decir otra cosa. Fue entonces cuando decidí investigar y saber todo sobre el idioma que tu hablabas, y de esa forma te entendería.
Así que, . Entendí todos y cada uno de los mensajes maravillosos de amor que me dabas a diario. Entendí tu forma de ser, tus inseguridades, miedos y tu forma apasionada por dar hermosos mensajes a través de lo que tus manos hacen: arte.

Y cada día que pasaba, en mi corazón pusiste muchas semillas de distintas especies; que hoy son flores hermosas y abundantes.

Por favor, recibe este regalo para saber mis sentimientos por ti. Ya era hora de confesártelos, porque yo tampoco puedo decirle tan fácil a alguien que lo amo.

-Camelia.

Cuando terminé de leer la nota, sentí como si el jardín de mi interior hubiera sido regado y estaba totalmente hermoso y espléndido. Vivo.

Me sentía estúpida e ida de felicidad. Me sentía feliz por saber que mi sufrimiento había tenido resultados fructíferos. No tenía idea de que Camelia supiera lo que le decía, mucho menos de todo lo que mis mensajes hacían en su corazón.

La amaba, la amaba por sobre todas las flores. Y juraba que la esperaría impacientemente para volver a toparme con sus ojos y su sonrisa viniendo desde la puerta.
Juraba amarla por mucho tiempo y regar su corazón siempre, para que nunca se secara.

Quería hacerla feliz, porque ella ya lo hacía lo suficientemente conmigo.

Las flores que habían en la canasta me decían que Camelia me amaba, me deseaba, me quería junto a ella, me ofrecía un amor puro y sincero...y sobre todo, en aquellas camelias me agradecía por haberla escogido a ella.

Fin.

FlowersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora