Bébeme

96 25 39
                                    

—¿Qué te parece si vamos a comer algo? Llevo horas sin comer —pregunta mi nueva amiga.

—¡Vale! —respondo ilusionada.

La luz del aeropuerto cambia para mis ojos. Cuando hace unos instantes la luminosidad intensa que inundaba todo el lugar parecía fría y distante, ahora se ha transformado en una intensa gama de colores brillantes. De pronto me siento como si estuviese pasando el día en un parque de atracciones. El aeropuerto es un sitio con tantas tiendas, tantas oportunidades… Una pequeña ciudad donde puedes hacer todo tipo de cosas. Me agrada irme a comer con esta chica.

Tomamos nuestras cosas y empezamos a caminar. Yo me quedo con el libro en la mano para no tener que meterlo en la mochila. Me siento un poco agitada y tener que pararme para guardarlo, me parece que es perder el tiempo. Mi amiga también se queda con su libreta en la mano. Comenzamos a caminar en una dirección cualquiera. Nuestra puerta de embarque está situada justo en el medio de la terminal, por lo que tenemos lugares para comer en cualquiera de las direcciones.

—Me llamo Ananda ¿y tú? —me pregunta.

—Yo me llamo Azana. ¡Qué bonito es tu nombre!

—El tuyo también. ¿Significa algo?

—No lo sé. Creo que no. —Nunca me fijé si mi nombre significaba algo o no.

—El mío significa “Felicidad”.

¿Felicidad? El nombre le sienta genial. Estoy segura de que es una chica bastante feliz en términos generales.  No hay más que escuchar su tono de voz.

—¡Qué monada! —exclamo.

—¿Monada es bueno? —pregunta con cara curiosa.

—Sí. Significa que es muy bonito. Adorable.

Ella se ríe con humildad, no le avergüenza tener que preguntar una palabra. Es muy graciosa.

—¡Ah! —Se queda mirando a lo lejos, con la vista perdida. Su gesto refleja que está intentando asimilar la palabra. Poco después vuelve a la situación y mira hacia uno de los locales.

—¡Mira ese sitio! ¿Qué te parece ir allí? —interrumpe de repente el silencio.

En el lugar que señala sirven zumos de frutas y comidas frescas. Nunca había entrado en un local así. No es la clase de sitios a los que yo entraría, pero parece un sitio interesante. De todos modos, no soy muy maniática a la hora de probar cosas nuevas, ¿por qué no? Es como vivir aventuras dentro del aeropuerto. Además, ella parece tan ilusionada que decirle que no me parece un crimen.

—De acuerdo, sí —contesto convencida a pesar de que no sé qué exactamente qué se tomará ahí.

Entramos en el local riéndonos juntas. Estamos muy animadas, no sé muy bien por qué, pero estoy disfrutando mucho. Nos ponemos detrás de la barra y, mirando los letreros de los alimentos que tienen disponibles, comenzamos a señalar y comentar.

—Mira eso, naranja con jengibre. Es una de mis mezclas favoritas — comenta con mucha ilusión.

—Nunca lo he probado —contesto sorprendida de que no me suena casi nada de lo que se toma aquí.

—No te arriesgues, pide otro y yo te doy a probar del mío, ¿vale? —Su tono de voz es realmente amable. Su oferta, más.

—¡Vale! —Está decidido y me hace con ilusión—. Creo que voy a pedir ese que lleva fresas.

Pagamos y nos llevamos nuestros zumos. Están metidos en grandes vasos de cristal que permiten ver su contenido. Nuestros vasos tienen colores muy alegres y brillantes. El mío es de un color rosado precioso y el de ella es de naranja chillón. Con nuestros vasos en las manos nos vamos a una de las mesas.  Dejamos los vasos primero sobre la mesa para poder deshacernos de nuestras mochilas con facilidad. Nos sentamos cara a cara. Estoy un poco inquieta de tenerla tan de frente. Ella alza la vista y con sus ojos penetrantes me sonríe mientras desliza el vaso frente a mi. Sostiene la pajita entre sus dedos, orientándola hacia mí como para vencer la vergüenza que me da su ofrecimiento.

—Mira, prueba —comenta detrás de su sonrisa.

Cojo el vaso y en ese momento, sin querer, rozo su mano. Me siento muy extraña cuando ocurre eso, mi corazón se acelera y me noto muy emocionada. Es como tocar a alguien realmente genial, como si tuviese que pedirle permiso para hacerlo. Me produce calidez y respeto al mismo tiempo. Su piel es eléctrica, me produce sensaciones muy intensas en todo el interior. Ella retira su mano suavemente para que pueda coger el vaso. Yo siento que echo de menos su mano ahí, pero al mismo tiempo necesitaba un respiro para recomponerme y procesar el evento. Termino de agarrar el vaso y lo acerco hacia mí, poniendo mis labios en la pajita.

El zumo tiene un sabor brillante y alegre. Su matiz dulce y aroma intenso con tonos vivos es delicioso. El sabor parece un buen embajador para su personalidad. Es ligero, dinámico y transmite vida. Me da la sensación de que casa perfectamente con su personalidad.

—¡Qué rico! —exclamo abriendo los ojos mucho.

Realmente me ha encantado, no es la típica respuesta de cortesía. He de admitir que cuando lo probé, pensaba que me iba a dar un poco de asco. Al mismo tiempo, creo que el mío también va a estar genial.

—Es buenísimo. ¡Qué suerte que hay algo así en esta terminal! —dice ella mientras retira el zumo en su dirección, cogiendo la pajita y dándole un sorbo.

VuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora