A mí nunca me gusto el rosado pero no sabía el por qué, hasta que comprendí que no soy todo rosas y colores, soy más gris y tonos oscuros, en ves de las rosas me familiarizan las espinas. Es algo así como oscura, profunda, y misteriosa. Fui fría, cortante y distante, fruto de tantas decepciones y dolores, hoy en día solo soy buena persona, solo le muestro el lado grato a los que creo que merecen, y solo espero que lo conserven por qué es muy fácil para mí aplicar el otro lado. Yo también tuve una historia que nunca conté, yo también tengo cicatrices de cosas por las cual luche. Yo también dedique tiempo a quien hoy no se acuerda de mí. No me enseñaron a ser fuerte, me obligaron. Y el hecho de que no me muestre débil no significa que no lo soy y que tampoco porto inseguridades.
Vivimos en un mundo que nos obliga ha ser fuerte, nos obliga a poder levantarnos y caminar.
El rosa es más para alguien que tenga miedo de ensuciarse sus lindas y delicadas manos, el rosa es de débiles, de personas que porque se creen sensibles tienen que tirar la toalla y no continuar, la vida quiere a valientes, no a cobardes, para sobrellevarla se necesita ser guerrero. Ser más fuerte de lo que piensas, tener más coraje para soportar cosas que nunca pensaste que podrías soportar. Se trata de acaparar los pocos momentos que hacen de ti una gran persona y luchar por esos que te quieren ver en una absurda derrota, úsalos solo para continuar, porque necesitaras fuerzas para seguir y no solo decirle a la soga sigo.
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