Lauren Staedler caminaba a paso decidido hacia su casillero, el número 204. Dentro de él había maquillajes, libros y cartas anónimas de admiradores. Al revés de la puerta que abría su casillero había una lista escrita en perfecta caligrafía:
"Listado de cosas por hacer:
· Decirle feliz cumpleaños
· Besarle
· Darle un regalo"
Tachó la segunda cosa por hacer de la lista, tomó sus libros, cerró el casillero y caminó -de esa forma tan sensual que hacía parte de su naturaleza- hacia su aula de clase.
Mientras tanto, Angelo entraba a su casa, tomó una botella de Vodka que se encontraba en una pequeña nevera de su cocina y bebió un sorbo. Repetía la acción constantemente, ingiriendo pequeñas cantidades en cortos lapsos hasta terminar tambaleándose. En medio de su vaivén encontró su pipa con marihuana.
Pronto el joven empezó a relajarse, se sentó en su sofá y encendió la televisión. Realmente no había nada interesante, pero los comerciales del canal de televentas eventualmente le causaron gracia. Ingería alcohol, fumaba un poco. Le dio hambre, así que tomó una bolsa de botanas a medio comer que había dejado tirados cerca del cojín del sofá que estaba tirado en el piso. Con sus manos llenas de grasa tomó el cojín y se acostó; Acercó la botella para tomar y la inclinó torpemente, provocando que el alcohol no terminara en su boca sino regado en su camisa. Se echó a reír, a carcajadas. Fumó y fumó más de su pipa, y se acurrucó en medio de la bruma de marihuana; para ese punto no podía ver muy bien el canal de televentas, pero daba igual: Se sentía muy bien, despreocupado, ligero. Sus párpados, por el contrario, se sentían pesados. Poco a poco entrecerraba sus ojos, hasta que logró conciliar el sueño.
Era ya mediodía, Lauren había culminado su jornada matutina. Se dirigió a casa de Angelo, y tocó el timbre. Con ambas manos sostenía una caja de 30x40cm, de envoltura amarilla y un ostentoso lazo rojo rubí.
Al no recibir respuesta, retiró una de sus manos del regalo y buscó en su bolsillo de su vestido la llave de repuesto que hacía ya mucho tiempo Angelo le había dado. Cuando entró, el fuerte hedor que perfumaba la casa golpeo sus fosas nasales. Era inevitable no reconocer lo que había sucedido. La chica hizo un mohín de asco. Siguió caminando hasta el sofá de la sala de Angelo, a quien encontró acostado con cinco botellas de alcohol, una sábana de envolturas de frituras y su pipa tirada en el piso.
Lauren reaccionó pateando a aquel hombre con todas sus fuerzas al verle en tal estado. La chica, con mucha rabia, le dijo:
- ¡Eres un imbécil! Pensé que al menos hoy aguantarías.
- Qué ilusa eres. Hoy es el día que menos soportaría no hacerlo. Agradece que no me acosté con nadie que no fueras tú...
La risa sarcástica de Angelo la exasperaba aún más, por lo que ella actuó de forma más violenta: Le tiró el regalo en el rostro, partiéndole la nariz.
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La Eterna Canción
Teen Fiction¿Qué hacer cuando en vez de ser adicta a una droga, eres adicta a un drogadicto? Más allá de eso... ¿Cómo podría alejarse de él? Si Angelo era para Lauren como una sirena que cantaba a un barco y que en vez de anunciar algo bello sólo era un auguri...