CAPÍTULO IV

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Luego de la incómoda escena acontecida con Angelo, Lauren se encontraba en su habitación, taciturna y nefelibata. Mantenía la vista fija al televisor, donde había puesto un canal donde pasaban una película romántica mientras comía helado de vainilla bajo en calorías (ese postre congelado, de hecho, era de una empresa que había creado su padre. Era su favorito ya que él había modificado la fórmula para que fuera exactamente al gusto de ella); Disfrutaba de colocar una pequeña cucharada en su boca, y dejar que aquel dulce manjar se derritiera en su lengua, dejando que el suave sabor de la vainilla empapara sus papilas gustativas y bañara su paladar, y asimismo disfrutaba de sentir cómo cambiaba su estado frío y congelado a ser un tibio líquido que corría paulatinamente por su garganta mientras ella mantenía los ojos cerrados para agudizar sus demás sentidos y tener una mejor experiencia de degustar su postre favorito.

Abrió sus ojos. Sus verdes ojos. Parecían un jardín en primavera... Primavera marchita. Una lágrima se coló por sus pestañas, pecas y mejilla, y se fundió en sus labios: un beso de melancolía que su alma le regalaba para reconfortarle sin éxito.

Posó su mirada al televisor, donde alimentaba su aflicción con aquella película que emitían. No tenía ni idea en sí de lo que sucedía en general, pero a la final la trama era la misma: Amor que ella no podía tener. Aunque la realidad y la ficción estén alejadas, sabía perfectamente que había muchos hombres tiernos, sin vicios y todo lo contrario a Stending. Y ahí estaba ella, triste y acongojada por alguien que sólo la lastimaba.

Alguna vez escuchó una parábola que trataba acerca de unos puercoespines: El invierno había llegado y los puercoespines, situados cada uno en un rincón, se morían del frío. Más tarde, decidieron calentarse apretándose los unos contra otros; pero al juntarse se provocaban heridas dado que sus púas los lastimaban haciéndoles sentir mucho dolor, por lo cual se separaron nuevamente. Al poco tiempo volvieron a sentir mucho frío, extrañando el calor a pesar del dolor. Se alejaron y se acercaron varias veces, acomodándose ya que el exceso de cercanía era peligroso. Al poco tiempo lograron posicionarse de tal manera que recibían calor el uno del otro, calentitos y sin lastimarse el uno al otro.

A Lauren le gustaba esa historia, y sentía que ella podía lograr eso con Angelo. Ella sentía, aparte, que él la necesitaba. Aunque él no lo dijera, Lauren había notado progreso en él. Es difícil no recaer en algo que te hace sentir bien cuando te sientes miserable, y un momento de placer es más tentador que intentar sobrevivir mucho tiempo con un dolor latente que pesa a cada paso que das. Ella había tenido una vida distinta a él, pero con los años, sin necesidad de vivir las cosas en carne propia, pero viviendo técnicamente a su lado, ya sentía que eran uno solo y que vivía lo mismo que él. Angelo no tenía una vida sencilla, y aparte de Lauren, sólo le acompañaba la soledad.

"Creo que es por mi instinto de protección... Mi instinto maternal... No quiero dejarle solo, y mucho menos quiero que vuelva a recaer..." pensó Staedler.

Fue arrebatada de sus pensamientos por un ladrido. Desvió la mirada del televisor y se asomó al borde de su cama. Pudo divisar unos pequeños ojos que aparecían traviesos en medio de una melena enmarañada: Summer, su perrita maltesa. Tomó con sus manos a Summer y empezó a jugar con ella -cosa que hizo pensar a la cachorra que su dueña estaba bien-. Apagó su televisor y se dejó contagiar por el entusiasmo de su mascota.

-      No entiendo, no logro comprenderlo... ¿Cómo puedes mantenerte tan alegre encerrada en este lugar? -Se quejó Lauren.

Dejó a Summer jugando con una pelota. La diversión para los canes parecía encontrarse en cosas simples. La joven se dirigió al patio. Minutos después se vio seguida por la cachorra, que poco después se había percatado de la ausencia de su dueña. Lauren metió los pies en la piscina y alzó su mirada al cielo, mientras Summer se acomodaba a su lado y se recostaba mirando cómo el agua se movía con el sutil movimiento de su ama. Sentía cómo el otoño se iba y volvía con la brisa, y pronto se dejó envolver por su vaivén: el verano estaba pronto a su fin. Suspiró hondo. Se sentía mejor.

Lauren escuchaba el movimiento del agua que provocaba con sus pies y sintió el impulso de sumergirse en la piscina, por lo cual se zambulló con las prendas que tenía puestas. De todas maneras, quería quitarse esa ropa que Angelo había tocado anteriormente. Se dejó llevar por el impacto de la caída, y al sentir cómo se hundía en la piscina deseaba quedarse ahí, dentro del agua, sin problemas que la rodeasen, en medio del silencio y el relajante movimiento que rozaba su piel. A pesar de estar vestida, se sentía sin nada puesto ya que en ese momento podía ser ella misma, al desnudo. Nadie la observaba. Summer se alejó de la orilla porque le había caído agua.

Entretanto, la joven observaba cómo las burbujas de oxígeno se elevaban hacia la superficie y desaparecían... Ojalá fuera así de sencillo desaparecer los problemas. Ella sentía que tenía muchos. Si bien había nacido en condiciones más cómodas en comparación a muchas personas, esos pequeños problemas la atormentaban tanto que los sentía gigantes, y no quería sentirse así. Que sus problemas fueran más o menos que los de las otras personas no eliminaba el hecho que ella también los tenía.

Ella sólo quería paz.

Salió de la piscina y fue a su cuarto a bañarse, mientras le seguía Summer. Luego de la ducha, decidió proseguir con su plan de ver películas y su mascota se acurrucó en sus piernas. Alrededor de las ocho de la noche, la chica se encontraba durmiendo. Summer se había cambiado de lugar, esta vez para dormir en su respectiva camita decorada de pequeñas piedras blancas ordenadas de tal forma que se leyera el nombre de ella.

Aquella pequeña bola de pelos era importante para Lauren Staedler y nadie entendía por qué. Es comprensible que un dueño aprecie y le brinde amor a su mascota, sin embargo, el lazo entre ella y Summer era algo más allá. Aunque su pequeña en este momento la hacía sentir triste... Seguía siendo su adoración. Summer se había convertido en su compañía, su pequeño momento de felicidad... Y una soga al pasado, puesto que Angelo se la había regalado dos meses atrás.

 Y una soga al pasado, puesto que Angelo se la había regalado dos meses atrás

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