Kirishima, extrañamente, no se ríe ni hace bromas. Le da un número de teléfono y le pide que no haga nada estúpido. Bakugô le cuelga y marca el número sin chistar. Una llamada breve después, marca al centro, se declara enfermo y avisa que no regresará hoy.
Una hora después está en un consultorio medio escondido entre restaurantes y tiendas de curiosidades en el centro de la ciudad. Estaba en el segundo piso de una lavandería china, pero al entrar sabía que estaba en el lugar correcto. Le abre una señora de cabello púrpura y blusa de seda blanca.
—Eres el señor Bakugô, ¿verdad? Pasa.
Bakugo asiente, aunque la señora ya se volteó y trata de no rodar los ojos. Odia las preguntas retóricas. La señora lo lleva a una sala de espera y le dice que en quince minutos vuelve por él. Bakugô quería hacerle más preguntas, pero sólo alcanza a ver su coleta meciendo al dar vuelta en el pasillo al fondo.
Bakugô suspira y se deja caer en uno de los sillones.
Sabía que no todos los psicólogos estudiaban hipnosis, y muchos usaban quirks, pero Kirishima le aseguró que este consultorio se especializaba en deshacer problemas como el que él tenía... discretamente. Bakugô no puede creer que esté recurriendo a esto, pero empieza a toser nuevamente y trata de mantener su confeti rosa cerca de su persona para tirarlo en cuanto pueda.
Se espera sentado en la orilla de un sillón marrón, grande y cómodo, cara escondida en ambas manos, codos en las rodillas. La habitación tenía otro sillón y dos lamparas de piso, estaban encendidas pero daban poca luz. Una pintura impresionista en colores otoñales colgaba de la pared frente a él. No se escuchaba nada del despacho principal ni de afuera. Está de más decir que el silencio, la media luz y la maldita paleta de colores para 'tranquilizarlo' lo estaba matando poco a poco.
El maldito silencio aunado a su tos frecuente le hacían pensar. Usualmente no era alguien que ahuyentara el silencio, al contrario, pero hoy no era el día para pensar. Era un día para actuar. Él no podía estar enamorado de Deku. Simplemente era ilógico.
¿Por qué se enamoraría de alguien que nunca iba a corresponderle?
Bakugô odia pensar este tipo de cosas, pero con Deku es inevitable. Hay demasiadas cosas entre ellos; toda su infancia, la escuela, el bullying, Yuuei, All Might, ser héroes, ser vecinos. Todas esas cosas han hecho que sus sentimientos se hayan complicado de más. ¿Dónde empezaba su respeto y acababa su admiración? ¿Cuándo se convirtió en amor?
¿Por qué eran malditas sakuras?
Estaba de civil, jeans rotos y una sudadera roja, cubierto de pétalos de sakuras. Vuelve a toser y gruñe en su interior:
¡¿MALDITO DEKU POR QUÉ ERES UNA PINCHE SAKURA?!
En ese momento sale de una puerta del pasillo la misma mujer de cabello púrpura y le señala con la mano. Bakugô se alza medio desconcertado y todos los pétalos se caen. Está tratando a maldecir entre sus tosidos cuando vuelve a salir la mujer y le dice, —No se preocupe por eso, pase, pase.
Bakugô alza la cabeza repentinamente al escucharla y después de un breve grito interno, va a la oficina. Al entrar no le sorprende ver la misma paleta de colores o que esté a media luz el cuarto, la única ventana cubierta por una cortina pesada y café. La mujer le señala un sillón, marrón también, y se sienta frente a él en otro sillón similar. Bakugô se sienta y en eso la mujer habla:
—Señor Bakugô, me llamo Saeko. Mucho gusto.
Bakugô trata de sentirse cómodo en el sillón, pero no lo logra; hunde la cabeza un poco como saludo y Saeko hace lo mismo.
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sakura
FanfictionBakugou empieza a tocer pequeños y delicados pétalos rosas y, como siempre, es culpa de Deku. (Completo.)