CAPÍTULO I

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- lo dejó de ser cuando mató aquel hombre... - gruñó con aquella mirada de odio y rencor que usualmente la acompañaba.

Sin evitarlo me solté de su agarre como si su toque me quemara - ¡No! Ni siquiera has escuchado las razones por la que lo hizo - gruñí - deberías perdonarla y olvidar los malditos prejuicios de este pueblo - dije más molesta con ella que con mi madre.

Karen rió - ¿te escuchas? Suenas como ella, una maldita asesina - se mofó - no hay por qué defender a alguien que ha matado, se pudrirá en el infierno, ella...

- ¡Y todos ustedes también por juzgarla! - Grité, saliendo de mis casillas - ustedes se creen los malditos dioses, pero lo que no saben es que no solo se puede matar a una persona físicamente, sino que también pueden matarla en lo sentimental - terminé susurrando, odiaba que esto me afectara demasiado - ¿te has preguntado cuantas veces me has matado? Eso también se paga, Karen - terminé de decir antes de huir y esconderme en mi habitación.

Escuché sus puños en la puerta - ¡abre la puerta! - Gritó - ¡no he acabado contigo!

- ¡Déjeme en paz! O le juro que habrá un segundo asesinato - grité con tono amenazante.

Eran pocas las veces que jugaba con matar a alguien, cuando me sentía en aprieto las decías, eran como palabras mágicas, porque todo el mundo salía huyendo.

-Te voy a mandar lejos de aquí, Anne - gruñó molesta - te voy a llevar a Seattle, junto a tu tío.

Reí sin gracia - sabes perfectamente que ellos no son mi familia - gruñí - ese hombre que mató mi mamá no era mi padre.

-¡Cállate! - gritó - nadie debe saber eso.

Dos meses después

Había pasado ya una semana viviendo con mi tío en Seattle.

Sé que soy muy drástica pero aún seguía ocultándome de todos. Eran pocas las veces que hablaba con alguien o salía de mi habitación.

Karen finalmente se había aburrido de mí y sacó su herramienta sorpresa: contactó al hermano de mi supuesto padre.

Él ha sido una buena persona increíble. Su esposa también ha sido de lo más atenta conmigo.

Me sentía culpable en cierto modo, me veía como producto de aquel amor que había llevado a su único hermano a la muerte y aún así me idolatraba.

A veces podía ver el dolor en sus ojos cuando me miraba. Yo soy igual que mi madre físicamente cuando era joven, somos como dos gotas de agua... Sabía lo mucho que le podía afectar verme. Era cruel. Sumamente agobiante.

Muchas veces me escabullía de mi habitación para recorrer la enorme mansión en donde ahora vivía. Hace cuatro días pude encontrar un retrato en el sótano de mi tío Bob con el hombre al que mi abuela me había forzado a guardarle luto y a decirle papá. Se veían felices y muy unidos, pero mi madre se había encargado de acabar eso, y de la peor forma.

Trataba de esquivarlo siempre. Me sentía culpable. Terriblemente culpable.

Jamás en mi vida había estado tan callada en mi vida. Era como un cuerpo andante sin alma. Helen, la esposa de mi tío, ha insistido más de una vez en ir de compras y hacer cosas de chicas. Pero no podía, ese era mi castigo ¿No?

No era una chica normal. Mi madre se había encargado de hacerme la vida difícil, y mi abuela me lo recordaba.

Caminando hacia un pasillo encontraba el retrato de una familia. Una familia sumamente feliz.

Habían tenido tres hijos. Eran los niños más lindos que pudieron haber visto mis ojos. Sumamente adorables y eufóricos. El retrato por su textura y calidad no debe tener menos de tres años.

En el retrato podía analizar la personalidad de cada uno de ellos, eran tan transparente como el agua. Todos tenían el cabello claro, el mayor era quien se veía muy maduro para la edad que aparenta el retrato, llevaba su cabello liso y algo largo.

Me sorprendía no haberlos visto.

El trío de hijos eran admirables, pero no había de qué sorprenderse, tanto mi tío como su esposa eran atractivos y se amaban, eso hacía de sus hijos seres bien hechos.

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