La confesión.

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Si algo le preocupa más a una chica que a sus diecinueve años sigue virgen, es encontrar una pareja. Y aunque Momo tenía su mente más centrada en su labor como estudiante a Heroe, la idea de una pareja no le resultaba nada desagradable.

—Tal vez, ¿que sea rico? — La amiga de Momo; Jiro, meneaba su malteada con una pajilla.

—¿Qué importa eso? —Momo gruñía. — ¡Sólo quiero a alguien a mi lado! —Volteó su silla para quedar frente a la ventana de la cafetería. — No me molestaría si fuera Todoroki... — Susurró.

—¿Todoroki? —Dijo su amiga, cansada. — Todoroki, el mismo 'Todoroki' que  viene de familia adinerada pero con problemas, con un padre aterrador y una madre en el loquero. En serio, no sé qué le ves.

—¿¡Qué!?, ¿sólo te importa eso? —Le aventó una servilleta.

—¡No!... pero no estaría nada mal. —Jiro dejó de menear su malteada y la miró directamente haciendo que Momo también la observara. — Tenemos que hablar muy seriamente de esto, Momo... ¡¿Sabes cuánto dinero gasto al mes?!

Yaoyorozu dejó los ojos en blanco y se volteó de nuevo a la ventana. La voz de Jiro se hacía cada vez más baja y distante.

—Debo sacar provecho a tu virginidad. —Decía.

Pero su mente volaba en algo más atractivo. A lo lejos, junto a la barra de ensaladas, se encontraba Todoroki, y ella no pensaba voltear hacia él.

Ultimamente sus miradas chocaban más de lo normal, ¿sabía que lo veía cada que podía?, ¿le molestaba su acoso?

—M-Mirar a un chico... ¿es acoso? — Le preguntó a Jiro en voz baja con la cabeza gacha. Jiro empezó a buscar al chico que siempre era el centro de sus pláticas.

—Y si el nos mira... ¿eso también es acoso? — Yaoyorozu levantó la vista al escuchar la pregunta de su amiga. En efecto, Todoroki estaba viendo hacia donde ellas se encontraban. — ¿Crees que...? — No terminó la pregunta, al voltear se encontró con una chica temblando en su silla mientras varios resortes metálicos salían de las partes desnudas de su cuerpo. —¡Ay, por favor!

—¡Baja la voz! — Momo tomó su bolso y la malteada de mango que bebía. —¿Sabes qué?, ¡al diablo! — Se levantó de la mesa y se dispuso a salir de la cafetería dejándo a su amiga confundida en su silla.

Para salir del local debía pasar justo frente a Todoroki y se acercaba más para poder ir al depósito de basura para arrojar su bote de malteada.

Trató de ignorar todo lo que pudo la mirada del chico sobre ella, pero mentiría se dijera que no terminó dándole un rápido vistazo.

—Idiota...— Masculló, pero no para el chico que la veía, sino para ella. Se sentía una idiota por dejar que alguien influyera tanto en su vida. En especial, alguien con quien nisiquiera había tenido contácto.

—¡Momo!— Jiro la seguía desde atrás.—¡Momo, recuerda que no puedo correr!— Desde el frente podía escuchar los murmullos de su amiga por el dolor de sus piernas. El día anterior habían tenido un buen entrenamiento muscular.

Se paró un momento hasta que Jiro, la pelimorada, la alcanzó.

— ¿Se puede saber qué te pasa?— Llegó masajeando sus muslos.

—Ya lo decidí.— La miró a los ojos.— Hoy me confieso.

—¡¿Estás loca?!, una dama como tú no se confiesa.— Se cruzó de brazos.

— Eso sólo pasa en las novelas, Jiro... yo ya lo decidí. Si me dice que no, moriré virgen, soltera y con cuarenta gatos en un pequeño apartamento cerca de una tienda de comida rápida.— Caminó hasta sentarse en una de las bancas del campus.

Nada es tan fácil. [Todomomo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora