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CAPÍTULO
ONCE

La heredera Uzumaki hubiera preferido cualquier cosa, excepto sentirse peligrosamente atraída por Tobirama Senju. Sin embargo, allí estaba ella: sintiéndose humillada y con el corazón hecho cenizas.

Por supuesto que debía ser así. ¿Qué le había hecho creer que el gran Senju se fijaría en una niñata como ella?

Que la partiera un rayo en mil pedazos si se atrevía a ser más ilusa. Ilusa e idiota.

Ahora no solo debía vivir con la vergüenza de haber sido besada por Tobirama. No, besada no. ¡Profanada, abusada, ridiculizada y burlada! También tenía que lidiar con la prometida de él, que no hacía más que chillar de aquí para allá y humillar a todos. Ella literalmente llegó de la nada y se adueñó de todo.

Lo arruinó todo.

Sora.

La futura señora Senju.

Sora Senju-sama.

Ese era el nombre de la prometida de Tobirama; tenía dos o tres años de diferencia con la viajera en el tiempo.

¿Y quién era ella? Solo la entrometida. La que se dejó besar por un hombre comprometido. La que se ilusionó con un hombre prohibido. Porque sí, se ilusionó. Él solo le dijo un par de palabras bonitas y ella se lo creyó todo.

Daba asco.

Oficialmente era el peor invierno de toda su existencia y prefería morir, que el rayo le cayera en la cabeza de una vez por todas o que la tierra se abriera y la tragara. O mejor aún: las tres al mismo tiempo.

Cuando Torifu Akimichi le dijo que ese día Kagami estaba libre, no dudó en ir a buscarlo. Prefería escuchar los chistes del abuelo Uchiha, que verle la cara de estirada a la pelirroja con complejo de princesa barata de Disney. Estúpida Sora.

Caminar por el barrio Uchiha se le hacía extraño. Se veía tan hermoso, tan lleno de vida. En el futuro, no importaba el día o la hora, seguía pareciendo una espantosa escena del crimen, con siluetas dibujadas en el suelo y manchas en las paredes y en el piso.

Sin embargo, fue interceptada.

— ¿Qué haces en el barrio Uchiha?

Por supuesto que era Tobirama. Su voz, su gruesa e intimidante voz hizo eco en el fuero interno de la rubia, quien se volteó y le fulminó con la mirada, deseando con todas sus fuerzas tener poderes oculares.

— ¿Te importa? —fue lo único que ella logró decir. Hubiera querido decir algo más amenazante, pero su mente no ayudaba demasiado en situaciones como esa.

— De hecho, sí —respondió él con naturalidad—. Saliste sin escolta.

— ¿Danzō? —enarcó una ceja—. Créeme que prefiero revolcarme en la mierda antes de volver a estar cerca de ese sujeto —y no, definitivamente ella no exageraba.

— Como sea. Yo quería hablar contigo.

— Yo no tengo nada de qué hablar contigo, Tobirama —se apresuró el responder.

— No amo a Sora —él fue al grano. Se llevó los dedos al puente de la nariz y exhaló humo debido al frío invernal—. Ellos creen que sería bueno que yo contraiga matrimonio con ella para afianzar los lazos con el clan.

— Nunca te pedí una explicación.

— Mereces más que una explicación.

— Puedes hacer lo que quieras. Es tu vida. Yo no tengo ningún derecho a cuestionar tus decisiones. La verdad, me da un poco de lástima con ella. ¿Cómo se sentiría al enterarse que su futuro esposo besó a otra chica? —pareció burlona.

TEMPUS ★ S. TOBIRAMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora