Capítulo 4

23 3 1
                                    

—Keid—escucho a lo lejos y siento un peso a mis pies— Keid, Keid, Keid, Keid, Keid—la voz repite mientras siento como me saltan encima. Finalmente y con resentimiento me siento rápidamente en la cama— hola—el rostro sonriente de Axel me recibe.

—¿Qué necesitas?—sigo con mi cara de molestia.

—Todavía te molestas cuando te despierto de esa manera, curioso—comenta bajito como olvidándose de que estoy frente suyo.

—Axel—lo miro muy seriamente.

—¿Si?—pregunta haciéndose el inocente.

—¿Necesitas algo?—pregunto con falsa amabilidad.

—El desayuno está listo—responde y se baja de la cama abandonando a toda velocidad la pieza. Ahora en silencio reflexiono. Lo de anoche tuvo que ser un sueño. O sea, tuvo que serlo porque lo último que recuerdo fue que prácticamente me desplomé en la tierra. Porque si en verdad pasó ¿Cómo volví a mi habitación?

Miro a mi derecha pero la cama de Erin está vacía y hecha. Ya está levantada. Con un bostezo y estiramiento me levanto y cambio mi pijama. Ya vestida camino hacia abajo para encontrarme con una escena que hace que me pare antes de entrar en el comedor. Los 5 están allí... sentados alrededor de la mesa... todos felices... hasta Adam sonríe... hacen bromas juntos mientras desayunan... Adam y Axel tienen una pequeña pelea pero al final Adam le revuelve el pelo mientras Erin ríe por la escena. Mirarlos hace que algo dentro de mi duela, siento que mi pecho estuviera atorado por algo, un nudo en mi garganta y una lagrima por mi mejilla. Siento que no pertenezco, que si entro romperé eso que tienen. Antes de que alguno por fin me vea camino hacia atrás y me dirijo a la puerta del frente. Necesito aire urgentemente. Cuando por fin salgo las demás lágrimas se unen a la primera valiente y rebelde. Mi mano cubre mi boca para acallar los sollozos que intentan escapar. Pero no puede hacer nada por el increíble anhelo en mi interior. Este pide a gritos eso que ellos tienen.

Respirando profundo trato de controlarme y seco con mis brazos las lágrimas derramadas. Necesito despejar mi cabeza así que comienzo a caminar sin control por la vereda. Mi subconsciente me dirige por estas calles que no conozco y trato de no parecer patética con la gente que cruzo aunque sean pocas al ser tan temprano. En una de esas me cruzo con un hombre en traje que se dirige a su auto y siento un escalofrío, se me pone la piel de gallina y los vellos de mis brazos se paran como si hubiera estática. Algo en mi cerebro lo clasifica como "vampiro" pero lo ignoro. Ya no puedo confiar en mi mente. Me está jugando trucos de visión, me retiene información y ahora altera mis sentidos y mi lógica. Sigo caminando hasta que mis pies deciden detenerse, no tienen ganas de seguir caminando así que me deja frente a una casa pintada de blanco. Frente a ella hay una mujer arrodillada arreglando, o lo que sea, unas flores. Parece que me quedo demasiado tiempo mirando la casa porque la señora al final me nota.

—¿Necesitas algo?—pregunta desde su lugar y yo niego y estoy a punto de darme la vuelta— espera—me detengo y vuelvo a mi posición. Ella está caminando hacia mí— tu eres—duda sobre lo que dirá hasta que llega hacia mí— eres Faith ¿me equivoco?

—Sí, lo soy ¿La conozco?—pregunto con mis sentidos alertas al no entender como sabe mi nombre.

—Oh, no, no tengas miedo, no me conoces pero tu padre es amigo mío y de mi esposo y nos habló mucho de ti, además nos enseñó fotos—responde notando mis sospechas.

—Oh, ¿él habló de mí?—pregunto sorprendida.

—Por supuesto—responde la señora con una sonrisa— y me alegro mucho de que estés bien.

—Gracias.

—No hay que agradecer a nadie más que a Dios por haberte guiado hacia la luz de la vida.

Voces en mi cabeza. #CameliaAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora