XXVI: Apariciones y más dioses.

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Sentía un dolor insoportable en todos lados, como si miles de cuchillos estuvieran atravesando todas las partes de mi cuerpo. Y frío. Mucho frío. No sentía mis pies, ni mis manos. Mi pecho quemaba, como si algún fuego dentro de mis pulmones se hubiese prendido. No podía abrir los ojos, ni moverme. Algo o alguien me movía, provocando que mis extremidades se moviesen sin ningún freno.

Hasta que la sensación paró y abrí los ojos.

Lo único que podía ver era oscuridad. ¿Estaba muerta? No lo sabía. Ya no podía sentir nada y no sabía ni donde estaba, hasta que comencé a escuchar voces.

―¡Samantha! ¡Despierta porfavor!― sentí que una voz que no reconocía se escuchaba a lo lejos, pero se sentía como si se escuchara debajo del agua.

―¡No nos dejes!― otra voz grito.

¿Que estaba pasando? Comencé a sentí pánico, que luego fue reemplazado por curiosidad al ver una luz blanca cegadora. ¿Estaba muerta? ¿Estaba en un hospital? ¿Estaba caminando hacia la luz?

<<Samantha, reciste. No te soporté estos 17 años para que finalmente mueras ahogada>> habló esa voz que tanto extrañaba, llenándome como un vaso que se encontraba vacío. Eneida estaba hablandome.

―¡Eneida!― grité a la oscuridad con felicidad.― ¡Has vuelto!

<<No por mucho tiempo si mueres, Samantha>> me reprochó. <<¿Arriesgar tu vida de esa forma? ¿Estas loca?>>

―Lo siento.― dije sin una pisca de arrepentimiento. No lo sentía para nada. Lo hubiese hecho mil veces si eso significaba salvar a aquellos que tanto quería. Sus vidas valían millones de veces más que la mía.― Pero mis amigos iban a morir si no lo hacía.

<<¿Arriesgar tu vida para salvar la de otros?>> preguntó y yo cerré los ojos esperando un reproche muy molesto, cosa que no llegó. <<Estoy orgullosa>>

―¿Estas qué?― pregunté confundida. ¿Había escuchado bien? ¿Estaba orgullosa de que hubiese arriesgado mi propia vida?

<<Orgullosa. Es el comportamiento digno de cualquier heredera. Lo tienes innato.>>

―Yo sólo había pensado en proteger aquellos a quienes amo, Ene. No lo hice como un acto de valentía.― admití con una de mis cejas fruncidas por la confusión.

<<Exactamente eso es lo que te hace valiente, Sammy, pero no es de lo que vengo a hablarte ahora.>> hizo una pausa <<Tú y tus amigos están en una isla. Una isla llena de gente que te venera, Sam. Nos venera por ser quienes somos. Te darán un lugar para dormir y comida. Confía en ellos. Deben dirigirse al sur, cruzando el bosque.>>

―¿Volveré a verte?― le pregunté mientras sentía como volvía a sentir mi cuerpo, empezando por mis manos.

―Muy pronto. Más de lo que esperas.― me contestó, y la voz se desvaneció por completo.

Poco a poco comencé a recuperar la conciencia. Abrí mis dos ojos, que se sentían pesados, pero veía todo absolutamente borroso. Quería mover alguna parte de mi cuerpo, un brazo, o una pierna, pero todo se sentía como plomo. Estaba completamente inmovilizada. Pero había algo que me llamaba la atención: sentía una leve presión en mis labios, lo que instantáneamente me hizo pensar que quizás me los había golpeado. Poco a poco comencé a recordar todo lo sucedido y mi vista se comenzó a aclarar. En lo primero que me pude fijar fueron en dos pequeñas bolas azules frente a mi rostro.

¿Dos bolas azules? Cuando mi vista se recuperó, pude darme cuenta que en realidad se trataban de dos ojos que me devolvían la mirada. Y ahí entendí todo: la presión en mis labios no era un golpe, si no que alguien estaba haciéndome respiración boca a boca. "¿Pero quién tiene ojos azules?" Me pregunte, hasta que la respuesta me golpeo de lleno en la frente:

La Heredera //En edición//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora