Perfecta.

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Era perfecta, blanca y pura.
De tan perfecta era como el pelo
Que le brotaba de la cabeza
Y le llegaba a los tobillos.

Sus carnes no existían
Sus ojos, parecían
Vacíos en sus cuencas,
Y siempre sonreía

Su tez no se movía
Sus manos eran hielo
Y cuando yacíamos juntos
Se tornaban terciopelo.

Sus piernas infinitas
No la tenían en pie
Se oían castañuelas
Al verla caer.

Gozaba de su pelvis
marcada en cada rincón
Y le lamía los pies
Sintiendo cada relieve

Y así cada noche
iba a visitarla
Desde el día de su muerte
Y luego, de nuevo, la enterraba.

DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora