Capítulo 1

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Si solo pararemos un instante y pensásemos, el cielo esta lleno de estrellas, tantas que nos es imposible contarlas, muchas de ellas ya han muerto, quizás hace millones de años, pero hoy nos llega su brillo, por lo que no sabemos en que instante nos encontramos, si estamos viviendo en el pasado o en el presente, o quizás en un futuro. Mirando el cielo nos sentimos libres de toda carga como si nada importase.

No es justo aveces como pasan las cosas, como debemos afrontar todo lo que nos pasa en nuestra vida, no es que siempre sea de las personas que suelen quejarse de lo que no tienen y quieren, pero de verdad, creo que no vendría mal algunas veces parar, respirar, mirar atrás y ver que hemos hecho mal en algún momento determinado para encontrarnos ahora en esta situación.

Crecí en una pequeña casa de campo a las afueras de un pueblo aun mas pequeño de apenas 1200 habitantes. Solía pasar mis días en el campo jugando con el barro, desenterrando cosas perdidas, haciendo casas con pequeñas ramas unidas y añorando los días en los que salía un río pequeño que rodeaba cada campo de cultivo y que creaba una especie de laberinto, esos días yo me adentraba en el y seguir todo su recorrido por entre los arboles, debajo de la ropa tendida de alguna mujer que vivía cerca, o incluso por debajo de pequeños puentes que no dejaban espacio para pasar apenas un niño.

Ahora comprendo que la vida era mas sencilla en esos momentos, y las historias del pasado mucho mas intensas, como por ejemplo cuando me contaban como la guerra arrasaba esos territorios que yo consideraba míos por el simple hecho de poder correr entre el cultivo de trigo mientras este estaba verde, o de subir a cualquier árbol, pero mi abuela siempre decía que la guerra no era lo que uno esperaba y que antes todo esto no era mas que campo de batalla hambre y miserias.

Ha pasado el tiempo rápido, incesante y sin pausa, los días ahora son años, y esa pequeña casa permanece en mis recuerdos como la mas bonita y maravillosa, como un lugar eternamente mágico al que volver, a pesar de ahora ser una migaja de lo que antes fue. El esplendor y los muebles pulidos fueron el mejor nido para el polvo, y las paredes blancas e impolutas decidieron tomarse un descanso y dejar de sujetar la pintura. Todo cerrado tranquilo, en calma y triste.

Me levante con cuidado , no quería caer y aumentar mi tragedia más. Me encontraba sentada en la repisa de la ventana que daba a la escalera de emergencia de fuera del edificio, esas típicas de las casas americanas, aun no comprendo como pude alquilar una casa con tan fácil acceso para ladrones y en un barrio tan conflictivo como ese , pero era todo lo que podía permitirme en esos momentos. Metí mis piernas dentro de la habitación con cuidado de no tirar las innumerables plantas que tenia en el alféizar volví a colocar las dos que había quitado. Adoraba las plantas, me parecía algo precioso y delicado y aportaban vida a cada rincón de la casa.

Me dirigí a la cocina a coger una botella con agua y regar mis amadas plantas.

En el momento en el que termine de regar la última planta que tenia en la habitación el timbre sino haciendo que la botella de agua callara al suelo.

-Dios mio, de esta algún día no salgo lo juro- dije recogiendo con frustración la botella de agua. Hay veces que no me pregunto como la gente es tan oportuna en esta vida y porque interrumpen a las... mire mi reloj...Diez de la noche. No puede una persona pacifica y tranquila como yo quedarse en casa plácidamente con una camiseta y unas bragas a ver la tele, dije dirigiéndome a la puerta, espera, mi cara se puso blanca, Dios mío casi abro en bragas, Dios Dios, para Bris de decir Dios, hay madre, lo he vuelto a hacer, corría por toda la habitación apurada buscando unos pantalones mientras que seguían insistiendo en la puerta.

- ¡ Ya voyyyyyy!- chille cogiendo unos pantalones vaqueros, y como no, mi torpeza apareció y me caí de culo sobre un cactus.- Mierda, joder ¡haaaa!- dije chillando mientras me sobaba el culo.

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora