Capítulo 3

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Lo primero que hice al llegar a casa fue dirigirme hacia el cuarto de baño para poder darme una ducha caliente. Si después de todo aquello lograba evitar una pulmonía, me podría proclamar un hombre invencible.

Me quité la ropa rápidamente, no sin antes quitar el pin con forma de estrella y dejarlo apartado a un lado con una sonrisa en mis labios. Aquella chica no había abandonado mi mente desde que me fui de la terraza, era algo increíble.

Tras unos instantes me metí en la ducha, dejando que la cálida temperatura del agua hiciera su trabajo y relajara mis músculos. No sé decir cuánto tiempo estuve ahí dentro, porque perdí la noción en el momento que Charlie volvió a cruzar mis pensamientos. ¿Por qué nunca me la encontré por la calle? Hubiera sido fácil reconocerla, aquél cabello azul no se olvidaba así como así.

Era algo que debía preguntarle la próxima vez que la viera.

Al rato bajé la cabeza y me miré las manos, dándome cuenta de que la yema de los dedos se me había comenzado a arrugar, dejando mi piel algo más  blanca de lo que ya era y ahora bastante más sensible. Decidí que ya era un buen momento para salir de la ducha.

Retiré la cortina y noté como todo el ardiente vapor retenido en el interior comenzó a esparcirse por el pequeño baño, empañando los cristales en cuestión de segundos.

Agarré la suave toalla y me la envolví alrededor de la cintura a la vez que con mis ojos rastreaba toda la sala en busca de algo para poder arreglar mi pelo azul, ahora hecho todo un gran enredo sobre mi frente.

Pequeñas gotas de vapor condensado resbalaron por las húmedas baldosas de la pared, compitiendo entre ellas para ver cuál llegaba antes al frío suelo de la sala.

Me calcé mis esponjosas zapatillas con forma de la cara de uno de mis personajes de Pókemon favoritos, cuyo nombre resultaba difícil de pronunciar. Todavía recordaba a mi madre llamarme desde el salón cuando era pequeño, advirtiéndome que si utilizaba aparatos electrónicos estando descalzo después de haber salido de la ducha me podría electrocutar.

No supe el por qué de aquél suceso hasta que descubrí que el agua y la electricidad no son muy buenos amigos. ¿Que cómo lo hice? Bueno, eso es algo que dejé apartado en un rincón de mi mente hace ya bastante tiempo de lo que no me gustaría mucho volver a hablar.

Mi pobre hámster…

No tardé mucho en comenzar a secarme el pelo minuciosamente, tratando de dejarlo totalmente despeinado pero a la misma vez en su sitio exacto.

Era muy difícil ser un intento de chico punk, sobretodo sabiendo lo maniático que soy yo con mi aspecto físico.

Tras unos minutos me apliqué un poco de laca para poder mantenerlo perfecto hasta el próximo lavado, cosa que resultaría bastante difícil conociendo el vicio que tenía Calum con despeinarme.

Algún día me vengaré y le haré sufrir.

Después de vestirme con mis ropas más viejas y terminar de “arreglarme”, me dirigí hacia la cocina con la intención de comerme aquél sándwich con el que tantas horas había estado soñando aquella tarde.

Un sándwich de queso. Solo eso, no pedía nada más. No era tanto, yo simplemente quería ser feliz.

Al entrar en la cocina me puse a correr hacia la nevera, pero justo cuando la yema de mis dedos estaba a punto de tocarla el sonido del teléfono me rompió los planes.

-¡Joder! –exclamé, parándome en seco para darme la vuelta hacia el aparato. No tardé ni medio segundo en ir a descolgar malhumoradamente-. ¡¿Qué?!

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