Querido Vacío,
Cuando empecé a escribir el siguiente fragmento estaba en una de las épocas más negras en las que he estado nunca. Ahora, frente al ordenador, todavía siento miedo de compartir este texto con el público pero si lo estoy haciendo es porque me siento preparada y eso es bueno.
Sé que esta carta no es como las otras, pero es muy importante para mí, querido Vacío y eras tú el que estaba presente en cada momento.
"Nada. No sientes nada. Hay voces en tu cabeza gritando y arrasando todo. Pero tu no sientes nada. No tienes ganas de nada. Solo quieres llegar a tu casa y dormir. Te gustaría irte lejos, a otro país, con otra gente y con otras costumbres. Pero lo que te gustaría y lo que puedes hacer están separadas por grandes distancias. Es gracioso vivir en un mundo, supuestamente, libre y no sentirse como tal.
Miras a tu alrededor y piensas, "¿Alguna de estas personas podrá sacarme de aquí? ¿Podrá llenar este hueco tan vacío que tengo?" Pero luego vuelves a mirar y te das cuenta de que, en algún momento de tu vida, ellos dejaran de formar parte de ella. Triste, decepcionante y asqueroso. Pero es la verdad. Y, como siempre he dicho, "La verdad duele, pero es la verdad."
Pides y gritas en tu interior que, aunque solo se una persona, alguien te diga que nunca se va a ir. Que va a estar contigo en lo bueno y en lo malo, sin importar qué. Pero, ¿sabes qué? Esas palabras no valen nada si no lo demuestra. Y, lamentablemente, hoy en día ya nadie demuestra nada.
Así que, te sientas en tu cama y te pones a imaginar y soñar historias mientras esperas que alguien se digne a demostrarte lo que siente y lo que sería capaz de hacer por ti aunque, muy en el fondo, sepas que nadie lo va a hacer. Pero bueno, ya no sientes nada y, un poco de dolor ni hará nada malo."
Fue duro pensar así, querido Vacío. Muy duro.
Con tristeza,
Eva Navarro.