PROLOGO

65 11 2
                                    

Hace nueve años...

-Mami...-hizo una pausa y observo el lugar-¡Mama!

-¿Que pasa cariño?.-le dijo tierna mente a su hija de apenas seis años de edad.

-¿Por que nos vamos de casa?.-le pregunto la niña de cabello castaño a su madre.

-Porque tu padre y yo junto a ti estamos jugando a las escondidas. Hay que tratar de que no nos vea entrar al auto, así que no hagas ruido mi pequeña Ali.

-Ok mama.

La joven mujer fue caminando lo mas silenciosa  que pudo hacia el auto que quedaba menos de 10 metros de donde estaban ella y su pequeña hija con un tierno disfraz de princesa. Se oyó un ruido inesperado, una botella rota y a un señor gritando como loco el nombre de Giselle, la madre de Alicia.

-Tápate las orejitas Alicia.-le dijo esta a su hija.

Ella obedeció.

Cada vez mas cerca se empezaban a escuchar maldiciones por parte del hombre, la mujer no tuvo mas remedio que correr hacia el auto, estaba por abrochar sus cinturón cuando el sujeto salio de la nada junto a un machete en la mano. La joven se sobresalto y por desgracia su nerviosismo no la dejaba encender el auto. El se fue acercando mas a ella y rompió el cristal del auto. Su aspecto era muy sombrío, parecía ebrio y drogado.

Para la perspectiva de la niña esto era una de esas ocasiones en la que su madre le decía que corriera lo mas lejos que pudiera y se escondiera, pero ella no sabia que hacer.

-Corre...-se alcanzo oír a penas de la voz de la rubia de ojos azules, su madre.

No lo dudo. Abrió la puerta del coche y corrió lo mas que pudo. No obstante la lluvia comenzó a caer. Ya se había alejado lo suficientemente del lugar donde asechaba el peligro. Su estomago gruño, tenia hambre. Su vestido estaba manchado de lodo y empapado del agua que caía del cielo como cascada. No estaba Feliz, pero era lo que demostraba solo una gran sonrisa enfrentando la vida.

Caminaba por una banqueta de una calle que no conocía cuando un auto se detuvo al lado de ella. Se bajo un sujeto que ella conocía solamente de vista, lo recordaba como don amargado, el ogro de su historia.

-¡Aquí estas hermosa!.- exclamo el hombre después de cargarla entre sus brazos.- vayámonos a casa.

Después de eso la niña se quedo dormida.

Mi Despertar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora