–¿Y en qué piensas ahora? –Ian observó cómo los ojos celestes de Rose se abrieron de inmediato. Volvió a acariciar su cabeza, que tenía apoyada en el pecho de él.
–En nosotros –Rose suspiró, intentando evitar su mirada–. Ha sido un tiempo maravilloso el que hemos pasado juntos, ¿sabes? Tengo miedo que termine.
–No terminará –aseguró, estrechándola contra él–. ¿Sabes cómo lo sé? –preguntó y Rose negó–. Porque con nadie más sería así... eres tú, Rose. Creo que siempre necesité alguien como tú.
–¿Me necesitas? –aspiró el aroma que Ian desprendía. Era una fragancia arrogante y masculina, totalmente adecuada a su manera de ser.
–No solo yo –Ian susurró contra su cabello– Isabella también te necesita.
–¿Es eso suficiente para continuar con una relación? –Rose soltó dudosa–. Yo te quiero Ian, y tú has dicho que me quieres también, pero... ¿por cuánto tiempo? ¿Hasta qué dejes de necesitarme? ¿Y qué tal si eso pasa pronto?
Se levantó de repente y se pasó una mano por el cabello, intentando sujetarlo. Ian le sostuvo la mano, intentando calmarla.
–¿No lo has pensado, Ian? Yo no creo ser la persona que necesitas, o al menos no la que necesitarás siempre. Alguien como yo con alguien como tú... –negó sin fuerza.
–Rose, mírame –ordenó Ian con firmeza. Rose obedeció–. Lo expresé mal. Bien, sí te necesito en mi vida e Isabella te necesita en su vida, pero no es por eso por lo que te pido que formalicemos una relación –le sostuvo el rostro con las manos–; sino porque... bueno, no estoy seguro de que... bien –carraspeó un poco. Rose se sorprendió de escuchar que vacilaba tanto–. Estoy enamorado de ti, Rose.
–¿Tú estás enamorado de mí? –Rose exclamó con sorpresa evidente–. ¿Tú? ¿De mí? ¡Ian! –gritó y se echó a sus brazos– ¿sabes lo preocupada que estaba?
–¿Eh? –Ian clavó sus ojos verdes sin comprender.
–¡Pensé que nunca te enamorarías de nadie! Es decir, tú parecías odiar a las mujeres y bueno, especialmente parecías odiarme a mí, ¿recuerdas? ¡No te agradaba!
–¡Ni yo a ti! –rió con incredulidad.
–Eso es fácil de entender. Eres arrogante, idiota, pomposo...
–Y la lista sigue, lo recuerdo –Ian le sostuvo la mano con una sonrisa–. Tú tampoco eres un modelo de virtudes, déjame decirte... persigues personas, eres curiosa, besas a desconocidos...
–¡Yo no beso a desconocidos! –soltó con desconcierto– ¿de dónde...? –intentó decir, pero Ian la tomó en brazos y la besó con pasión. Rose olvidó lo que habían estado discutiendo y se dejó llevar por el momento.
***
Rose no podía creerlo. En un par de meses, cumpliría su primer aniversario de relación con Ian. Era bastante improbable, dados los hechos sucedidos durante ese tiempo, no obstante continuaban, juntos y luchando por todo lo que los había unido en el inicio. A veces, Rose sentía que todo había cambiado y al mismo tiempo, nada lo había hecho. Quizá sencillamente, Ian y ella no estaban hechos el uno para el otro, como había pensado en los primeros meses.
Pues sí, si las semanas que habían pasado antes de empezar su relación habían sido un sueño... ¡las semanas después de la excursión eran el cielo! No podía empezar a describir lo que habían pasado sin sonreír como una tonta, con una dicha total y completa, casi irreal. Sí, era cierto que la ex – esposa de Ian se había interpuesto como bien pudo entre ellos, amenazando en unas ocasiones e intentando conquistar a Ian en otras, sin embargo no había logrado nada más que unirlos. Rose no estaba dispuesta a renunciar a Ian y al amor que ya sentía por él e Isabella. Ian no quería ni pensar en ver más a Caitlin y ni qué decir que se acercara a Isabella o a Rose.
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Alguien como tú (Italia #8)
Roman d'amourRose Ferraz odiaba sentirse intrigada y aburrida. Eran dos de las peores cosas que podían sucederle, así que decidió espiar a su gemelo Marcos (para dejar de estar intrigada) y cuando lo perdió de vista, encontró que espiar a los demás era divertido...