Día 1 : Amigos

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El golpeteo dentro de su pecho lo tenía agobiado, dando aviso de un innegable nerviosismo que le era difícil descifrar. 

En este punto de su vida, hacer un amigo no debía suponer un gran reto, y en realidad no lo era cuando se trataba de su vida fuera del hielo, en donde su alrededor se llenaba de gente cálida que le sonreía. No había gran protocolo, sólo fluía tan libre como las cuchillas de los patines en el hielo.

Pero la historia de sus relaciones dentro de su vida artística era totalmente diferente.

Jean Jacques Leroy a la fecha no tenía un solo amigo de verdad en las filas del patinaje. Había, en algún punto de su vida, conseguido la amistad de un pequeño grupo de personas. Amistad que se había esfumado en cuanto sus vidas cambiaban de rumbo y volvían a sus casas o decidían entrenar en otro lugar. Él aún recordaba con cariño las aventuras que de pequeño lo envolvían junto a sus viejos amigos, y en algún momento se había encontrado anhelando aquellos tiempos en que las cosas parecían fluir con más facilidad, una existencia menos demandante en donde podía conservar las viejas relaciones. Pero si algo sabía JJ era que no se debía quedar en el pasado, sino mejorar el futuro. Y eso haría.

Apretó entre sus manos la pequeña caja que llevaba consigo y caminó seguro hacía su objetivo, sonriendo en una mueca relajada, esperando poder ver la cara del chico que tranquilamente ataba sus zapatos sentado en la banca de los vestidores.

Y como si pudiese leer su mente, el joven alzó la vista, y después de un momento de sorpresa sonrió de vuelta hacia él.

—¡Hola! —un sonriente Emil lo saludó.

—Hola —devolvió el saludo JJ, con una sonrisa ladeada, mientras se paraba frente a él. Y con el mismo gesto le entregó una pequeña caja azul metálico con un moño plateado.

—¿Para mí? —preguntó inocente y divertido Emil. JJ asintió.

—Claro. Escuché que hoy era tu cumpleaños —y se felicitó al notar que los nervios se habían ido, que la compañía de Emil resultaba tan libre y espontánea.

Emil y él no podían llamarse amigos. No había un lazo fuerte que los sujetara, ni anécdotas que compartieran, momentos que recordar y sonreír. Apenas y se conocían, habían platicado un par de veces, pero esos pocos eventos le aseguraban que Emil era una persona que él quería como amigo. Un chico sencillo que no parecía reparar en las fallas humanas, ni juzgar por ello. Tal vez por eso le había sido tan fácil sonreír de vuelta cuando Jean y él se habían conocido.

Y ahora estaba intentado crear un lazo más fuerte que simples buenos conocidos, por eso cuando había escuchado que su cumpleaños se acercaba decidió comprar algo para él, como un comienzo, para de cierta forma demostrar que le tenía aprecio. Sabía que la gente no se compraba con regalos, y no era lo que pretendía, pero el gesto nunca estaba de más.

—¡Wow, hombre! No debiste —Emil estaba genuinamente sorprendido mientras miraba los pequeños auriculares inalámbricos en color azul con detalles en plata, dentro de una caja del mismo color y que también funcionaba como reproductor y dispositivo de carga. Lo último en auriculares.

—No fue nada —y Jean hablaba en serio. En realidad hubiese querido comprarle algo más, pero no conocía mucho a Emil, salvo que practicaba deportes extremos y que le gustaba la música como a casi todo el mundo, por lo se había decidido por algo que le funcionase mientras hacía lo que más le gustaba.

—No, en serio, no sabes cuanto he querido unos como estos. Estaba por comprarlos, pero ya tú me los regalaste —volvió a sonreír de esa forma que parecía un pequeño niño en navidad. Jean hizo lo mismo.

—Puedo pedir recomendaciones para ti a un amigo que es experto en tecnología —a Jean le entusiasmaba que a Emil le hubiese gustado el regalo.

—¡Oh!¿En serio? Eso sería genial.

—¿Qué es eso? —una voz femenina dijo a espaldas de Emil mientras se acercaba a éste para verificar lo que sostenía.

—Es el regalo de JJ por mi cumpleaños —dijo Emil a una curiosa Sala Crispino.

—Oh —dijo la chica mirando a JJ mientras formaba una "o" perfecta con los labios —. Que hoy es tu cumpleaños, ¿verdad? —divertida sujetó al chico desde atrás en un abrazo—. ¿Te he dado ya tu regalo?

—No, eres una cruel amiga, Salita —Emil hizo un puchero.

—Cierto, pero aquí está —dijo Sala mientras le daba un sonoro beso en la mejilla y los dos reían divertidos.

—¡Sala! —un indignado Michele Crispino entraba a pasos agigantados en ese momento, y justo detrás de él iba Mila Babicheva, tranquila, seguramente acostumbrada a las escenas que se montaban ese trío.

—¿Qué pasa Mickey? ¿Ya felicitaste a Emil por su cumpleaños?

Y después de eso todo se volvió caos. Las protestas de los hermanos Crispino, la risa de Emil a causa de esas protestas, y una Mila curiosa que después de saludar con la mano a Jean fue a sentarse junto a Emil y sin decir nada tomó lo que éste tenía entre sus manos para observarlo mejor. Todo aquello era tan gracioso que Jean no pudo evitar reírse e carcajadas.

El estruendo de su risa hizo a todos voltear a verlo.

—Así que, ¿es tu regalo? —la primera en hablar fue Mila, dirigiéndose a Jean. Éste sólo asintió, relajado—. ¿Y qué les parece si llevamos a comer a Emil para celebrar? —Mila aprovechó el momento y le dio también un beso en la mejilla al Checo.

Los hermanos Crispino asintieron, Sala entusiasmada y Mickey con aún la cara de pocos amigos.

Jean no dijo nada, sólo los observaba, sonriente. Esos chicos se llevaban muy bien a pesar de ser diferentes. Se notaba que se divertían.

—Bien, vamos entonces —dijo Mila levantándose de su asiento—. ¿Vienes con nosotros, JJ?

—Claro que viene —contestó Emil antes que Jean pudiese asentir—. No puede faltar, ¿verdad, JJ?

—¡Por supuesto que no! —dijo un efusivo Jean que les guiñaba un ojo.

—Perfecto —Sala habló contenta y sostuvo el brazo de Emil para salir de ahí. Por supuesto hubo gritos de parte de su hermano que los seguía a un costado de Emil.

Mila sostuvo del brazo a Jean que se había quedado atrás observando la interacción.

—Ven, vamos, no seas tímido —la chica tenía un aura relajada, mientras le decía algo que jamás había sido dirigido a su persona. ¿Tímido?¿Él? —. Te acostumbrarás al grupo—ella le sonrió de manera amistosa, sin dobles intenciones.

—Si, vamos — JJ le regaló una sonrisa enorme que mostraba toda su dentadura. Una sonrisa digna de un chiquillo.

¿Hacía cuanto tiempo que no se sentía tan bien junto a otros patinadores? No tenía idea, pero la sensación era demasiado agradable. Aquel era un maravilloso día, digno de celebrar.

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Nota de Autora: súper tarde, lo sé, pero tenía que subirlo aun fuera de tiempo. Lo lamento mucho.  Espero que les guste éste intento de mini historia. 

Y si, me encantaría que Jean fuese parte de ese grupo de amigos.

Ocho días con el ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora