Prólogo.

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Meredith.

Mis pasos se convierten en grandes zancadas a medida que voy acercándome hacia a la salida. Apenas mis pies hacen contacto con el pavimento puedo sentir una ola de viento inundándome en cada parte del cuerpo y el frío rebelde se cuela por mis huesos. Más tarde me encuentro arrastrando mis maletas hacia el alto edificio del gran aeropuerto; y dado a que estamos en un segundo piso, debo descender por una de las escaleras mecánicas. Mis ojos se convierten repentinamente en los de un halcón en cuanto tengo que buscar a un rostro familiar entre la gente, el cual en realidad no lo es en absoluto. Sin embargo, un cartel con mi nombre es suficiente para identificar a la persona correcta. Sonrío mientras me dirijo a la mujer de larga silueta, su mirada rápidamente conecta con la mía y es en ese entonces cuando sabe quién soy y por qué estoy allí. 

–¿Eres tú, Meredith? –pregunta ella con sospecha, mientras me sonríe curiosa, pero abiertamente.

–Sí, así es. Puede llamarme Merry, señora Horan. –contesto con confianza, tratando de no sonar muy precipitada.

–¡Oh, qué linda eres! –dice ahora con simpatía mientras me toma decidida por los hombros en un intento de abrazarme cariñosamente. Le correspondo aún cuando la acción me toma por sorpresa, y palmeo su espalda tratando de esconder una mueca de sonrojo. Bien, en ese caso dime Debby. Será un placer tenerte en casa. 

El camino al hogar de los Horan's no fue tan largo como pensé, en menos de una hora ya estábamos allí. Encontré grato el hecho de que Débora no era una mujer tan grande, así podríamos entendernos mejor dentro de la casa y hasta ser buenas amigas. Ella me dejo en claro las "reglas" durante el trayecto en el auto y no protesté en contra de ninguna, debido a que todas eran completamente razonables. Debía ayudarla a cocinar si es que me lo pedía, limpiar si era necesario y cuidar al bebé, especialmente los fines de semana, que era cuando ella y Greg, su esposo, salían de Dublín para ir a visitar a sus padres, que vivían en Mullingar. No podía quejarme, el trabajo de niñera era definitivamente perfecto para mi, y lo cierto es que nunca me costó trabajo cuidar a bebés. Crecí rodeada de ellos, puesto a que tengo tres hermanos menores. Así que esto resultaba fácil, salvo por el hecho de que tenía miedo de fracasar en mi carrera de Inglés. 

–Y éste es Theo. –Anunció Greg presentándome al bebé más hermoso que mis ojos jamás hayan visto antes, sin exageraciones. Fue tanto lo que sentí cuando lo sostuve entre mis brazos que de alguna forma me dejó muda. Le sonreí aún con los labios sellados y con mi dedo pulgar comencé a contornear su rostro. 

–Hola Theo. –Logré decir luego de varios segundos conteniendo la respiración, mientras divisaba un gesto de alegría en su rostro; su boca semiabierta y su mirada angelical iluminada por un brillo peculiar. –Sospecho que tú y yo nos llevaremos muy bien.

 –Sospecho que tú y yo nos llevaremos muy bien

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