MIRAR A TAEHYUNG

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En aquel verano cuando nos conocimos, estaba cruzando en el mismo año que Taehyung porque había repetido; si, no me sentía pagado de eso, pero al fin y al cabo, tenía cinco días a la semana con Taehyung.

Desde el primer día, no fui el único al cual impresionó. No. Su belleza era tanta que no solo yo lo admire por minutos, pero debía de sentirme feliz porque fui al único que él miró, al único que iluminó con su sonrisa tímida y avergonzó con su mirada achocolatada.

La clase había sido un desperdicio, para ambos. Entre miradas discretas, y otras no tanto, se pasaron rápido una hora. Entre sus risas ligeras, sonrisas tenues y mejillas sonrojadas. No había dejado de verlo por lo menos cinco minutos antes de volver a desviar la mirada una vez más.

Y no, en algún momento el me aseguro que no parecía un acosador.

Porque la forma en la que lo miraba no era así.

Lo miraba tal y como era.

Una obra de arte. Una constelación. Como si su sonrisa fuera el mejor baile del mundo. O su mirada la mejor composición de que haya alguien escrito.

Miraba a Taehyung, porque era Hoseok; y aunque para muchos no era la metáfora más romántica del mundo, para mí lo era. Porque por mucho, nuestro amor perduró, brillo. Porque nuestro amor era nuestro. Y nosotros lo hicimos así. Era ilógico, era emocionante, absurdo o sarcástico. Nuestro amor no se describe con palabras, mucho menos con metáforas, ni canciones, bailes o poemas. Tampoco con pinturas, ni con el mundo.

Nuestro amor era Taehyung. Porque Taehyung era amor.

Porque él era amado, porque lo amaba y lo sigo amando.

Me hubiera gustado que mis palabras, fueran las primeras que escuchara. La primera voz a la que asintiera con la cabeza, pero no era así.

Yo era corredor de motos, por las noches nos metimos en terrenos prohibidos a competir, y Taehyung era muy inteligente como para alguna vez haber aceptado ir conmigo y darme su suerte.

Sus mejores amigos siempre le advirtieron que no debía de ir, y aunque muchas veces me molestaba, les agradezco. No quería que ese tipo de lugares rompieran a mi bello ángel. Esos lugares llenos de humo de tabaco, latas de cerveza por doquier, escotes pronunciados y más piel que ropa en las mujeres.

Pero, al regresar a mi departamento después de haber ganado una carrera, él y su sonrisa era el menor trofeo. O cuando perdía, él y sus mimos eran los mejores ladrones de risas.

Taehyung era ese sosego a mi corazón acelerado, porque solo él era capaz de ponerle fin a ese tormento para reponerlo con su dulzura, con su ternura y con sus brazos.

Poco después de habernos conocido, fuimos muy amigos. Tan cercanos que abrazarnos por mucho tiempo era tan normal como tomarnos de la mano. Lo adoraba, con la misma intensidad que él adoraba ver la lluvia caer, o un rayo de sol tocarle el rostro.

Lo adoraba con la misma intensidad en que despertaba el emocionado cuando salía un libro nuevo, o se estrenaba una nueva película.

O con el mismo brío que el tocaba su saxofón y me cantaba en las noches de tormenta. Porque en ese mar de su voz, el agua era tranquila y ninguna tormenta existía. En la suavidad de su terciopelo, que siempre se mecía en mis oídos durante horas hasta caer dormido.

Taehyung tenía esa manía por tomarme entre sus brazos y llenar toda mi noche con su melodía, acurrucarme con su mirada y amarme con sus palabras. Taehyung tenía esa manía por dormirme como un bebé justo cuando sus labios se repartían por todo mi rostro.

Al final, cuando la tortura llegaba a tocar mis labios, olvidaba cualquier posibilidad del sueño, y lo tomaba entre mis brazos haciéndolo mío.

Perdí la cuenta de cuantas veces lo hicimos, pero podría contar con los dedos los sentimientos que me hacía sentir. Alzaría uno solo de mis dedos. Eterno. Amar a Taehyung me hacía sentir así, como si el día después nunca llegara a existir. Como si el alba y el anochecer fueran insignificantes y el día se volviera un año.

O como si, de pronto, el año realmente fuera algo nulo que se volvía un milenio.

Con Taehyung, el tiempo perdía su valor, nada significaba lo mismo si no era amor.

O al menos así lo sentía.

¿Saben? No todo es amor.

Y eso, es la mejor parte de una historia, crean o no.





Por los pasteles de chocolate y los poemas en miradas.

Los besos eternos que se terminaron ━ j.hs+k.thDonde viven las historias. Descúbrelo ahora