Capítulo I

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(La imagen es de Charlotte, solo imaginen que tiene ojos negros, aunque no es el vestido que describo)

Una joven de trece años se encontraba sentada en la rama de un frondoso árbol que la cubría, cercano a una lujosa mansión, logrando observar con claridad aquel lugar, pero no podía ser vista o sentida por el demonio que vive ahí junto con su amo, sus ojos negros no despegaban la vista del niño conde ya que es poseedora de una gran visión similar a la de un demonio, su rostro frío e indiferente de una tersa piel, pero pálida como la de un muerto; la suave brisa nocturna removía su plateado cabello hacia atrás con gracia, atado en dos coletas con la misma cantidad de cabello, un vestido de color verde olivo, dorado en el cuello y los contornos, con un listón que hace de cinturón atado por la espalda en forma de un moño grande y de color negro, el vestido llega hasta la rodilla ampón y con muchos holanes, a pesar de todo, se le hace bastante interesante la vida pasada, presente y futura de aquel jovencito que su visión lograba mostrarle sentado en su estudio revisando algunos papeles.

―Me pregunto, ¿Por qué ese niño atraerá tantas desgracias a sí mismo?―dice con voz suave y angelical que termina siendo llevada por el viento a quién sabe qué lugar en este vasto mundo―Ciel Phantomhive... eres muy interesante...me gustas...―

En ese momento, sintiéndose observado, el conde de la casa Phantomhive y único heredero de las empresas Phantom lleva su mirada celeste hacia donde cree haber visto algo o donde pareciera desde ese punto es vigilado, un árbol grande, el más viejo que ha visto, sus ojos no se apartan y la joven no puede más que sonreír al ver lo perceptivo que resulta ser el joven, aquello simulaba que ambos se veían atentamente, aunque la mirada fue devuelta hacia la puerta pues el mayordomo de Ciel entraba con una tetera blanca llena agua caliente en una charola de plata junto con una taza y una cuchara pequeña y demás aditamentos para para preparar el té favorito de su amo.

― ¿Pasa algo, Bocchan? ―cuestiona apenas reflejando la confusión en su rostro

―Mmmm... ―vuelve la vista al árbol pero ya no siente esa sensación―no, no pasa nada―dice calmado, con el cejo fruncido ligeramente pero al final restándole importancia al asunto―sírveme y ve a preparar mi cama―

―Yes, my lord―al decir esto sirve la taza de té dejándola a un lado de los papeles de su joven amo para después haciendo una reverencia salir del estudio con charola en manos dejando al más joven metido en sus pensamientos

―Creí sentir a alguien mirándome desde ese árbol... quizá solo estoy muy cansado e imagino cosas―

Se dijo a sí mismo mientras tomaba la taza y bebía un sorbo para después dejarla en su anterior sitio y tomar una vez más los papeles para leerlos y poder terminar con los deberes de su empresa, hacía tiempo no recibía una carta de su majestad la Reina Victoria para pedirle investigar algo, tal vez debía agradecer pues podía concentrarse mejor en otros asuntos relacionados con su empresa.

Cerrando los ojos y suspirando, su lado aparece un hombre de aparentes veinticinco años de edad vestido de mayordomo que consiste en un esmoquin negro, una camisa blanca, zapatos negros junto con una corbata y sus respectivos guantes blancos, de cabello negro recogido hacia atrás y ojos verde claro, su rostro fino pero masculino a la vez miraron a la chica que parecía contenta, se acerca un poco más a ella y la carga al estilo de princesa.

Ella abre sus ojos y lo mira sin decir nada, solo pasando los brazos alrededor del cuello ajeno aferrándose a él para no caer en el próximo viaje a realizar de vuelta a casa, recargando la cabeza en su hombro, cerrando los ojos lentamente, el hombre la mira con cierta ternura "parece un ángel, descansando en el mundo terrenal" piensa mientras la joven susurra sorprendiéndole antes de caer dormida en un profundo sueño, agotada de usar sus habilidades por tanto tiempo.

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