Capítulo III

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Ella sabía de sobra que no podía darse el lujo de forzar de esa manera sus poderes pero tampoco dejaría que le hicieran daño a la única cosa buena que aún le quedaba en este mundo aparte de su querido mayordomo, además así podría empezar a conocer un poco al joven que se encargaría de enamorar ya que después de todo, ambos estaban comprometidos.

Recordaba tan nítidamente como sucedieron las cosas.

Fue a principios de diciembre días antes de que ocurriera el terrible "accidente" en el cual la mansión Phantomhive se incendió, era la heredera de la empresa conocida como Harrison Company comercializadora de diversas especias entre otros objetos codiciados de varias partes del mundo.

Conocía a los Phantomhive desde que se encontró a Rechel una vez mientras paseaba en el pueblo, un ladronzuelo había robado su bolsa de mano pero ordenando a su mayordomo atraparlo pudo conseguir la bolsa entregándosela a la rubia que estuvo encantada y la invitó a cenar, en ese entonces tenía once años recién cumplidos, o al menos aparentemente, ahí conoció al resto de la familia, quedando prendado del pequeño con el que para su suerte se llevaron de maravilla, incluso mucho mejor que con Elizabeth, a quien estaban en condiciones de comprometerla con su hijo.

Sin embargo, transcurrido el año entre visitas casi diarias de la joven, cenas de negocios incluso para destinar parte de su dinero a invertir en la empresa Funtom, picnics, bailes entre otras maneras de socializar entre ambas familias, la madre del menor había decidido que debían comprometerse, le contó parte de su pasado a los señores Phantomhive por que pasaría los próximos años sin envejecer y sí quería bien al chico, tenía que empezar por contar parte de la verdad, extrañamente lo tomaron "bien" como sí fuera algo normal o cosa por el estilo, no sabía exactamente cómo reaccionar, en fin, solo faltaba informar a Angelina de la nueva decisión e invitar a conocidos y accionistas al baile que se haría en honor de ambos, sería una sorpresa al final de la velada, sin que esto llegase a concretarse.

―Lo lamento tanto... sí no hubiese surgido ese imprevisto con la compañía en Londres, ese día... te habríamos salvado de esos malnacidos... fue mi culpa que te llevaran por no estar ahí para ti―se recriminó mentalmente, enfurecida consigo misma

Lo sentía, podía olerlo incluso, ese aroma nublado por el olor a sangre, sus pupilas adelgazaron teniendo forma similar a la de los gatos, solo fueron unos segundos antes de volver a su color natural, la mansión del bastardo que se había atrevido a secuestrarlo, se detuvo entre unos arbustos cercanos a la entrada principal, llena de guardias, sonrió para sus adentros mientras de su vestido sacaba una daga larga y hermosa muy afilada, la miró unos segundos antes de volver la vista a los guardias, eran veinte.

Se alzó de entre los arbustos poniendo alerta a los hombres fuera que apuntaron sus armas hacia ella, avanzó a paso lento y decidido regalándoles una sonrisa, diez se acercaron hasta rodearla, hablaban y hablaban pero ella no les prestaba atención, cerrando los ojos un segundo, revisó su plan mental para acabar con ellos y al abrir una vez más los ojos, hizo una reverencia sosteniendo su daga en la mano derecha desconcertando a los hombres, esa era su oportunidad.

Alzó su brazo lo suficiente a la altura del cuello del primero y por fin mostró su daga, no les dio tiempo a nada, giró 360° sobre sus talones en un círculo completo, cortando las gargantas de los diez hombres en un corte limpio, soltando sus armas para intentar parar la hemorragia, una vez acabó con ellos los pasó de largo y antes de que los diez restantes pudieran cargar sus armas para dispararle, corrió tan velozmente cortando la carótida de cada uno de ellos, todo esto sin que ni una sola gota de sangre callera sobre su vestido.

Las puertas se abrieron para ella y notó con alegría que no había nadie más, así que sin más se adentró como si la mansión le perteneciese, subió las escaleras con calma observando indiferente cada detalle con ojo crítico, se notaba que el dueño no tenía buen gusto, dejó de pensar en ello cuando varios hombres salieron de distintas puertas para resguardar a su jefe, frunció el entrecejo pues no había hecho ningún ruido como para alertar a nadie pero su respuesta fue respondida al ver al mayordomo de Ciel aparecer por las puertas, bufó.

Anteriormente y después de haber acabado con los dos hombres que conducían el auto que escuchó a algunos kilómetros de la residencia Phantomhive, llamó a la persona que estaba detrás de la desaparición de su joven amo, cuando llegó le sorprendió un poco encontrar varios cadáveres a las puertas de la mansión, pero podía percibir un aroma peculiar que nunca antes había olido pero era embriagante, podía compararse fácilmente con el aroma de su joven amo con respecto a lo delicioso en que lo percibía, al parecer estaba detrás de las muertes de esos sujetos.

Cuando entró observó a la persona que lo había hecho, se sorprendió un poco más notar que se trataba de una joven como de la edad de su amo, se le hacía extrañamente familiar pero al tenerla de espaldas no podía reconocerla abiertamente, lanzó sus cuchillos mientras corría y daba un salto, provocando la sorpresa de la mayoría de los presentes, esquivaba las balas con elegancia y volvía a lanzar sus cuchillos acertando en zonas vitales, así las balas dejaron pronto de volar en su dirección, terminando con el último de los guarda espaldas.

Se dio cuenta que la joven había desaparecido así que se dedicó a buscar a su joven amo, siguiendo su aroma, una nueva sorpresa fue hallar ambos en la misma dirección lo que significaba que la fémina también estaba en su búsqueda, apresuró el paso por sí se trataba de algún ente que quería a su amo ya que un aroma como tal que parecía cambiar según sus intereses no podría ser humano.

Subió más alto, lo sentía cada vez más cerca, una puerta en especial le llamó la atención además de que tenía varios guardias y al acercarse un poco más, pudo percibir su aroma, ese era el lugar donde estaba, escuchó un alarido amortiguado y no dudó entrar no sin antes acabar con las basuras que le impedían el paso, al parecer el demonio del mayor de ambos venía siguiendo su rastro, se maldijo por no ocultarlo antes.

Al abrir la puerta pudo ver a Azzurro Vanel apuntando con un arma la cabeza del menor, gruñó con molestia pues no era tan rápida como para parar esa bala, al no tener sus poderes completos y estarse arriesgando tanto a forzar lo que tenía no le ayudaba ahora, no tenía la fuerza suficiente para ello.

Ciel se mostraba sorprendido aunque no quisiese, esperaba encontrarse con su mayordomo abriendo la puerta, no a una chiquilla que al parecer tenía su misma edad, podía juzgar fácilmente por el cuchillo que tenía en su mano y que aun goteaba sangre, que había asesinado a algunas personas recientemente, cómo los escoltas que estaban en la puerta resguardándola.

― ¿Quién eres niña? ―bajó un poco su arma haciéndola respirar un poco más tranquila

―Eso no te importa... suéltalo y tal vez perdone tu vida―dijo segura de sus palabras con gran determinación, sorprendiendo a ambos por el tono empleado

―Oh niña, más te vale que te alejes, no tardan en venir más de mis secuaces y sí te encuentran aquí, no dudaré en atraparte y venderte también en el bajo mundo, no sin ellos divertirse primero contigo, preciosa―exclamó sonriendo sin sentirse intimidado, apretando más el agarre en Ciel que se sentía extrañamente asqueado de las palabras que le dijo a la otra menor

―Dudo que puedas hacer eso... no lo repetiré otra vez... suéltalo...―sus ojos oscuros se mostraban sombríos haciendo temblar al mayor

Antes de poder reaccionar, Sebastian entró a escena también, alegrando de cierta forma al ojiazul pues él seguramente sí lo salvaría, la cara de Vanel al verse amenazado por ambos no dudó en volver a apuntarle, esta vez quitando el parche en el ojo del ojiazul que lo mantuvo cerrado para evitar que vieran la marca de su contrato.

VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora