La Avenida 30 de Agosto se ilumina pasada las cinco de la tarde con los bombillos de los carros, los semáforos y las luces amarillas que causan dolor de cabeza. Los buses naranjas y los megabuses expulsan ese detestable dióxido de carbono por sus exostos, la gente camina sin pensar la mierda de aire que respira y yo sólo observo este extraño ecosistema desde el balcón de un apartamento en un octavo piso. Las personas caminan vacías, empujando a otras, preocupadas por sus familias, trabajos o demás maricadas, tanta gente, tantas vidas, tantos dramas que vive cada persona, esta avenida parece una galaxia, llena de pequeñas estrellas que viven su mundo, que ilumina el cielo como se le da la gana, y me pregunto ¿Será que tantas vidas mezcladas no podrán causar una explosión?
Esta ciudad guarda secretos en lo más profundo de sus calles, como toda cuidad de Colombia. Acá se esconden los cánceres de la sociedad, las mujeres que lo único que hacen es parir, los hombres que lo único que hacen es penetrar, vidas tan vacías que nunca encontraron un rumbo o un camino, esta ciudad esconde masacres, violencia, hijueputas que nunca pensaron acerca de la madre que los parió, y que prefirieron tirarle más mierda al caño de la sociedad. Y ahora vengo a preguntarme, ¿Cómo es posible que este pedacito de tierra lleno de carros y pendejadas pueda guardar tanto secreto, tanto drama, tanta maricada? Esta galaxia se está despedazando de a poquito, rompiendo tanto paradigma, tanto tabú que nosotros mismos nos hemos creado, esta ciudad en la que residen tantas perversidades y ultrajos. Y después vienen los curas a decir que la gente cambia, se convierte, cuando los mismos hijueputas tratan de quitarnos ese humano que llevamos, para torcerlo y volverlo mierda.
Esta ciudad tiene sus telarañas, que atrapa a cualquiera que se haga el desprevenido. Lo enmaraña hasta asfixiarlo en sus cadenas, así son todas, seductoras, traicioneras. Caminar por la Plaza de Bolívar viendo de todo tipo de personas, desde los ancianos sentados jugando parqués y contanto historias que morirán con ellos, vendedores que con sus aparatos de mil y ún colores hacen que los niños se queden asombrados, hijueputas que roban a cualquiera que ande mostrando el celular en plena calle, personas como yo, que no entienden porqué nunca nadie se ha fijado en esto, en una ciudad que nos va a dejar morir en sus frondosas tierras, que nos va a apuñalar y gozar de la vista mientras nos desangramos, y ella se va a reír, porque así lo dicta, que nos deja ver un poco de nuestra soñada utopía y nos quita el privilegio cuando le da la gana, así es mi ciudad, se está tragando poco a poco mi alma, me la está quitanto, voy a terminar enredado entre sus cuerdas que me asfixian y no me permiten hablar, y ahora es cuando sacamos conclusiones, esta vida es más de ella que nuestra, y debemos aceptar que nuestra esencia vivirá y morirá aquí, en la ciudad, en la galaxia llena de estrellitas que brillan a su complacencia, a mi alma prefiero enterrarla en este pequeño apartamento encerrado en esta selva de carros y dióxido de carbono, y por último, le dedico estas pequeñas letras a mi laberinto favorito, el que trata de mostrarme como salir, pero nunca me dirá su final.
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La telaraña.
Kurgu OlmayanPequeñas historias, que se desglosan poco a poco, hablan de mí, de ese sentimiento escondido, como retazos de un mantel, no se correlacionan, sólo están para dejarlas ahí, intactas.