Capítulo 6

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El transcurso del viaje fue en silencio. Cada tanto tomé algunas fotos de situaciones que me llamaron la atención. Minutos después, Christopher estaciona el coche en una de las avenidas principales del barrio. Según mi guía, Puerto Madero es el barrio más desarrollado ya que cuenta con una reserva ecológica en su fondo y hay diversos diques a lo largo de la misma. Muchos edificios se construyeron aquí, generalmente vive gente de la alta sociedad. No me extraña. Cuando cruzamos la calle nos topamos con uno de los primeros diques que describía mi guía. Realmente es increíble cómo el reflejo del cielo se da en el agua. Parece otro lugar. Otro Buenos Aires. Mucha gente camina, otras están sentadas en compañía, otras están comiendo... simplemente es hermoso. Estoy sorprendida.

- Es por allá. - Apunta y yo asiento con la cabeza. Plancho mi vestido y nos dirigimos hacia lo indicado.

De repente, una casa enorme flota en medio del dique.

-¿Es allí? – pregunto curiosa.

- Sí. Sorprendente ¿no? – Dice y me toma de la mano. Cosa que me pone un poco nerviosa.

- Demasiado. – susurro y me dejo guiar por él.

Llegamos al lugar, dos hombres altos y vestidos de negro custodian la entrada. Christopher saca de su bolsillo un sobre y se los enseña. Éstos simplemente asienten con la cabeza y se hacen a un costado.

Como una especie de muelle, se une la casa enorme. Camino precavida de no pisar en falso y caer en las profundidades. Pero la mano de Christopher sobre la mía me sobresalta y sólo me dejo llevar por él. Se dio cuenta de mi preocupación y le agradezco por ello.

La música es leve cuando ingresamos. Un mundo de gente con trajes y vestidos elegantes desfila ante mis ojos. Es un lugar grande y una pasarela larga y ancha en el medio. No estoy sorprendida cuando recuerdo el por qué. Pero estoy incómoda, detesto este tipo de fiestas. Gente de nivel alto, de la sociedad que mira de arriba. Y como si fuera poco, mujeres que se rebajan a un fardo de dinero. Siento la realidad que me pega una cachetada. Mi realidad. Que me recuerda que yo estoy así o mucho peor.

-¿Pasa algo? - me pregunta Christopher cuando le suelto la mano. Y ni siquiera me había dado cuenta que seguíamos tomado de la mano ya dentro.

Lo miro, tratando de fingir. - Nada. - sonrío como puedo.

- ¿Segura? - alza las cejas.

Y quiero gritarle que no, que el imbécil de mi esposo me lleva a este tipo de fiestas todos los días y que hubiera preferido otra cosa a esto. Pero no. Vuelvo a exagerar mi sonrisa y niego con la cabeza.

- Okey ¿Quieres algo de tomar? - Dice.

- Jugo. - respondo pero la mirada desconcertada de Christopher hace que prosiga con una explicación. - Generalmente suelo tomar alcohol pero hoy prefiero estar sobria. - Me acomodo el cabello.

- Me alegra escuchar eso. - Se ríe.

En ese momento, un hombre calvo y panzón trajeado se acercó hacia nosotros con una mujer casi de mi edad. Un claro ejemplo tengo enfrente.

- Señor Mancini. Un gusto volverlo a ver. - estrecha su mano hacia el viejo y luego a la mujer.

- Uckermann. Te creía en Australia. - dice el viejo panzón. - ¿En qué ha quedado aquel negocio? - le pregunta.

- Excelente. Se logró hacer la publicidad y ha sido todo un éxito. - le cuenta entusiasmado.

Rasca su barba blanca - No me sorprende. Siempre que estás metido tú, es un éxito. Como lo de Italia. - y sonríe orgulloso.
Pareciera que tiene mucha emoción y orgullo por Christopher. Sonrío para mis adentros. Se ve que es bueno en su trabajo.

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