「Día 31」
Hoy es el último día, último abrazo, la última vez que la veré... Último día de casados.
Caminaba mirando por el celular la dirección. Al llegar, mire por todos lados, era un parque que venía en mi adolescencia.
—Levi—dijo ella.
Me volteé a verla, estaba con un hermoso vestido a lunares, esos atuendos que la caracterizaban, con los cuales me acostumbraba a verla, acompañada siempre con su bolso lleno de tupperes y esas miles de charlas antes de entrar a mi instituto.
—Hanji—murmuré, acercándome hacia la nombrada.
—Ten—me entregó un tupper rosa y unos papeles—. Ya los firmé.
Fruncí leve el ceño ¿Por qué ahora no quiero? No quería que lo firmara, estoy dudando de esto.
—Y-Yo... —comencé a decir pero me interrumpió.
—Gracias por cumplir mi petición. —Sonrió y me abrazó fuerte, se la veía deteriorada, no quería que sufriera.
Este abrazo duró unos segundos. Sin poder llegar a decir espera, ella ya se había ido. La miré alejarse, quería ir corriendo hacia a ella y abrazarla fuerte. Pero no tuve el valor.
Me quedé hasta la noche en aquel parque. Me dirigí a la casa de mi amante para contarle aquella noticia. Pero la encontré durmiendo.
Me senté en el comedor mientras miraba el recipiente de plástico, las hojas del divorcio y un anillo de casamiento, el cual le iba a dar a mi nueva esposa.
Al agarrar las hojas, un pequeño sobre blanco cayó de entre ellas; con duda lo alcé y lo abrí. Adentro se encontraba una carta.
‹Solo quería decirte que estos treinta y un días, fueron los mejores.
Hace cinco años no me habías abrazado y ni besado, sentía que me tenías asco posiblemente.
Mi único método de acercarme a ti era a través de la comida, como en el pasado, la que siempre tirabas o decías que estabas lleno.
Pero pude hacerlo a través de mi petición.
Estos días te he llevado a una regresión de nuestro pasado...›
No pude seguir leyendo, mis manos temblaban. Por eso el primero día me llevó a la escuela de Mika.
«— ¿Por qué me trajiste a este lugar? —pregunté mirando aquel establecimiento.
—Aquí mandaremos a nuestra hija—comentó ella con una sonrisa.
—Apenas tiene un año—hable irónico.
—Lo sé—dijo para seguir caminando con Mikasa en brazos.»
O cuando me llevó al parque.
«— ¿Cómo te gustaría llamar a tu otro hijo? —pregunto ella mirando el cielo.
— ¿Otro hijo? —pregunte rápidamente jugando con Mikasa.
— ¿No quieres otro hijo? —preguntó aguantando la risa.
—Apenas dormimos con Mika, espera unos años más.»
Lágrimas empezaron a pasar por mis mejillas. El abrazo de la iglesia tenía más sentido.
«—Gracias—comentó, mientras salíamos de la iglesia.
— ¿Por qué? —pregunté caminando hacia el auto.
Trataba de escucharla ante tanto bullicio.
—Por amarme—dijo sonriendo, para luego tirar el ramo.»
Agarré mis cabellos tratando de parar el dolor de mi corazón.
«—Es una niña—dije mirando las imágenes.
— ¿Cómo te gustaría ponerle? —me pregunto abrazándome.
—No lo sé, ¿Cómo quieres tú? —pregunté con una leve sonrisa.
— ¿Miki? —preguntó con un dedo en su barbilla.»
Miraba una y otra vez las firmas en los papeles...
¿Qué hice?
«— ¡Papá! —exclamó ella llorando en el muelle.
—Lo lamento—dije abrazándola fuerte.
—Tu no hiciste nada, ¿Por qué todo lo que amo se va? —Dijo con lágrimas en sus bellos ojos—. Mi madre con problemas de corazón y ahora mi padre por la tormenta.
—No, me tienes a mí y a nuestra futura hija—dije besando su frente.»
Tiré los papeles con rabia. No quería. Ya no quería esto.
«—Disculpa, no te vi—dijo una hermosa chica de cabellos castaños, recogiendo sus papeles.
—Tranquila, no te vi yo—dije ayudándola.
—T-Te tire el almuerzo—comento preocupada.
Observé el sándwich que anteriormente había comprado, estaba tirado en el suelo con el queso barato saliendo.
—No es nada—comenté desinteresado, le entregué los papeles y libros.
—Ten—dijo extendiendo un pequeño compartimiento rosa—; puedes comer, abajo tiene mi número para que me lo devuelvas—comentó con una sonrisa.»
¡La amo! Gritaba por dentro.
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Hugs ❥ʟᴇᴠɪʜᴀɴ
Fanfiction┇HUGHS┇ ❝¿Qué necesitas para darte cuenta qué es lo que amas?❞ A veces los abrazos no son suficientes, pero si necesarios para mantenernos en pie. Otras veces son como dagas, que entran en nuestro corazón sin piedad al recordarlos. Solo tendrán que...